Como hemos visto hasta ahora, el principal motor económico de la ciudad de Alicante durante la Edad Moderna y que además funcionó como señuelo para la llegada de nueva población, fue la actividad mercantil concentrada en el puerto.
Pero junto a las actividades desarrolladas en el puerto tienen lugar otras desplegadas en los campos de la agricultura y las manufacturas. Hoy vamos a centrarnos en las primeras, las cuales tuvieron que vivir con las dificultades propias de una tierra que cuenta con escasas precipitaciones y pocas fuentes de regadío, además de otros problemas como plagas o fiebres tercianas, las cuales reducían las manos útiles para trabajar.
En Alicante destaca, además de la Huerta, otras áreas como montes, pastizales y las zonas de secano. La tan famosa Huerta alicantina llegó a tener en la época que nos ocupa una extensión superior a las 3.000 hectáreas. Las escasas precipitaciones de las que somos testigos en el presente ya preocupaban en estos siglos y ello llevó a que los campesinos tuviesen serios problemas de regadío y depositaran sus esperanzas en el río Montnegre y otros enclaves como el manantial de la Fuensanta, el cual servía para regar la huerta de San Blas. Importante fue también la influencia que tuvo el pantano de Tibi, cuya obra comenzo a finales del siglo XVI.
Por un lado tenemos el cultivo de árboles frutales el cual se benefició del clima alicantino, el cual permitía una maduración prematura. Cuentan las crónicas de la época como se llevaba a cabo el cultivo de higos, ciruelas, manzanas, peras y albaricoques. Como hemos dicho con anterioridad las escasas precipitaciones y la falta de riego constante y abundante hizo que el cultivo de estos árboles no fuese más allá del mero consumo familiar, siendo imposible llevar a cabo procesos de exportación.
En estas tierras se recolectaba hortalizas variadas, cereales como el trigo o la cebada, algarrobas, higos, almendra y especialmente uva con la que se elaboraban hasta 150.000 vasijas de vino al año, llegando a duplicar esta cantidad en el siglo XVIII. Aún así la producción de cereal en la ciudad era insuficiente, ya no solo para comerciar, incluso para alimentar a la población de la urbe y se debía importar desde otras tierras. De esta escasez productiva también fue víctima el olivo, como nos cuenta Cavanilles, en detrimento de la vid; durante todo el siglo XVI fue constante la desaparición de olivos y la implantación de la vid para elaborar vino. Esto hizo que tuviese que llegar aceite desde las Islas Baleares. El vino producido contó con un alto grado de proteccionismo, evitando de este modo que tuviese que competir con otros caldos extranjeros, y tuvo gran éxito más allá de nuestras fronteras; el vino alicantino fue consumido por buena parte de Europa. La producción de esta bebida, así como los beneficios derivados de su comercio allende otras tierras estuvieron, como no podía ser de otro modo, siempre en manos de los nobles de la ciudad. El otro cultivo protagonista de la Huerta alicantina es sin duda el algarrobo, el cual era llevado a todos los puntos de la península y al norte del continente europeo.
En conclusión observamos una actividad agrícola centrada en el consumo familiar debido a las dificultades para obtener fuentes de regadío. Esto nos llevará a que excepción hecha de la vid y del algarrobo pocos productos mas de la Huerta de Alicante fuesen utilizados en las exportaciones.