El hombre está ligado indefectiblemente a su entorno. Es él quien le sirve de molde y quien lo dota de sus caracteres más básicos, aquellos que subyacen bajo su piel y sus actos sin ni siquiera percatarse de ello. Lo dota de costumbres, le aconseja actitudes y le dicta qué comer, qué y dónde cultivar, qué construir y cómo llevar a buen término sus negocios. Es a la vez su enemigo y su aliado, contra quien ha de ejercer una lucha diaria y a quien ha de honrar en el sacro acto de la siembra, del viaje y de la batalla. Es un actor, a su vez, constante, un proveedor perenne, lento, reacio al cambio. Por ello, como madre de su economía y de su organización demográfica y poblacional, nos detendremos a analizar brevemente la geografía de la Plana de Castellón.[1]
La ciudad de Castellón se enclava en la llanura formada en glacis[2] que queda encerrada por el norte por la sierra de Benicàssim y por el sur por la de Almenara, a la que llamamos la Plana. A occidente la Serra de Espadà, con sus 1.014 m. de altura, junto con el Mediterráneo al levante, cierra los límites de la Plana. De ella podemos estudiar su relieve, los tipos de suelo y su clima para entender sus posibilidades económicas.
En cuanto a su relieve, es en la llanura sedimentaria y parte del retablo montañoso circundante en donde se ha practicado la agricultura, desde las estribaciones de las sierras de Vilafamés y del Desert de les Palmes, al norte, hasta los contrafuertes de la Serra de Espadà. La llanura, los márgenes de la Plana constituidos por depósitos coluviales[3] y la marisma son los tres tipos de terreno que encontramos en la comarca, todos ellos aprovechables para la agricultura en distintos grados.[4]
Relativo a los aspectos climáticos, presenta un bajo índice pluviométrico, de media sobre los 500 mm. anuales –a los que llega escasamente– y de una gran irregularidad, que alterna periodos de sequía con otros de grandes lluvias, incluyendo fuertes escorrentías. La temperatura, por su parte, se mantiene moderada durante todo el año, aunque no se hacen excesivamente raras las temperaturas extremas de grandes fríos o de grandes olas de calor (hasta los 40º y con aire seco y cálido del oeste), que deterioran los cultivos y que parecen frecuentes ya desde el siglo XVIII. En resumen, estas características suponen ciertos condicionamientos agrícolas marcados por unos veranos normalmente secos y la incógnita de las lluvias en otoño y primavera. Como consecuencia, el desarrollo del regadío y el uso del terreno de secano para la arboricultura se hacen las soluciones más comunes.[5]
La capacidad de los suelos de la Plana para aprovechamiento agrícola viene dada por su composición, que determina su grado de limitaciones o riesgos de destrucción durante un periodo largo. En el [anexo 2] podemos ver su distribución. La clase A es la preponderante en la Plana. Corresponde a suelos aluviales y se caracteriza por no tener apenas limitaciones de cultivos. Son suelos con espesor efectivo[6] grande o mediano, pendiente suave, bien drenados, sin elementos groseros y dotados de elementos nutritivos, susceptibles en general de un uso agrícola intensivo. La clase B (suelos coluviales) ofrece más limitaciones y necesita una explotación cuidadosa con prácticas de conservación. Son suelos de bajo espesor efectivo (en torno a 35 cm.), de pendiente mediana y más cantidad de elementos gruesos.
Estos mismos caracteres se pueden señalar para la clase C, pero mucho más acusados y con algunas características propias -en el caso de la subcategoría h hablamos de marjales y, por tanto, de terrenos inundados-. Las limitaciones y riesgos de las clases B y C, sobre todo, se pueden paliar a cambio de una inversión más o menos fuerte de trabajo y de capital, aunque es dudosa la capacidad técnica del campesinado moderno para afrontar estas dificultades.[7]
[1] Para más información sobre la geografía de Castellón ver ORTELLS CHABRERA, V., Geografía urbana y del poblamiento en la Plana de Castellón, Ed. La Gavina, Castellón, 1986, Premio de Humanidades “Ciudad de Castellón”.
[2] Un glacis es aquel terreno de escasa pendiente constituido por deposiciones procedentes de un cono de deyección o de una ladera. Se encuentran siempre flanqueados por relieves montañosos que actúan como área de captación de caudales hídricos, de los cuales además proceden parte de las deposiciones del glacis.
[3] Son aquellos que proceden de la erosión de las laderas. Sus características hacen que su capacidad para albergar actividades agrícolas sea más bien escasa o de altos costes económicos y humanos.
[4] DOMINGO PÉREZ, D., Pasado y presente de una agricultura mediterránea: la Plana de Casterllón. Dirigida por P. Pérez Puchal. Tesis doctoral inédita. Universidad de Alicante, Facultad de Geografía e Historia, 1981-1982, p. 76.
[5] Ibidem, pp. 81-88
[6] El espesor efectivo de un suelo indica su profundidad útil; mientras más grande sea (más grueso), mayores posibilidades de explotación agrícola presentará (más rico es).
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