Las tierras del municipio de Castellón, y las de la Plana en general, participan, al igual que el resto de Europa, de la dinámica coyuntural de comienzos de la Edad Moderna y finales del Medievo. A finales del siglo XV se experimenta la recuperación de los terrenos cultivados e incluso, ya hacia la segunda mitad del siglo XVI, su expansión. Esta dinámica va de la mano del crecimiento demográfico propio del fin del ciclo de crisis económica y demográfica de los siglos XIII-XIV: se roturan nuevas tierras y se aprovechan terrenos anteriormente obviados, como los marjales y los pastos (la presión sobre la Mesta aumenta). Dicho de otro modo: el incremento de población y la ampliación de las tierras de cultivo son dos caras de una misma moneda, dos procesos que se complementan y que, de hecho, se explican mutuamente.
La trayectoria positiva del siglo XVI marca una tendencia de presión sobre la tierra que ya raramente dejará de manifestarse. Aquí, el regadío alcanza su máximo desarrollo que los medios técnicos le permiten. A su vez, la inclusión de fuerza de tiro animal aumenta espectacularmente, produciendo un efecto multiplicador en las roturaciones de secano: permite poner en cultivo mayores superficies que, a su vez, son fuente de recursos forrajeros (como el algarrobo). También en este siglo se organiza ampliamente el sistema de drenaje y la puesta en cultivo de los marjales. En general, convivirán los cultivos de secano y los de regadío, estos últimos en forma de huertas repartidas por toda la comarca.
La tendencia se ve claramente en Castellón y en los otros municipios. Así, si en 1468 en Castellón, con una superficie total de 10.732 Ha., la superficie roturada suponía aproximadamente solo un 30%. En 1599, tras el proceso de expansión, llegará hasta un máximo de un 53,3%, lo que supone un crecimiento verdaderamente importante. Los datos nos muestran que durante el siglo XVII se experimentó cierto estancamiento, manteniéndose en los mismos niveles de ocupación, aunque con notables diferencias en los modos de explotación. Uno de los aspectos más significativos es la reconversión de los cultivos en favor del algarrobo, que pasa de un 20% a un 39%.
Es en el siglo XVIII cuando se experimenta una nueva ampliación de las roturaciones, alcanzando en Castellón hasta el 60,7% del total de la superficie. Es, en realidad, un triunfo de la tierra que nunca tuvo como contrapartida la competencia de los pastos dedicados al ganado de renta: los que existían servían fundamentalmente para el forrajeo de los animales de tiro o labor de los propios campesinos.[1]
[1] DOMINGO PÉREZ, D., Pasado y presente de una agricultura mediterránea: la Plana de Casterllón. Dirigida por P. Pérez Puchal. Tesis doctoral inédita. Universidad de Alicant, Facultad de Geografía e Historia, 1981-1982, pp. 191-194.
Anexo 1:
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