La movilidad de la población, su procedencia, sus asentamientos y el espacio susceptible de repoblación que configuró al País Valenciano tanto en el siglo XIII como en el no menos importante hito de 1609, han dado lugar a hipótesis diversas, incluso a veces contradictorias.
En cuanto al carácter del proceso repoblador subsiguiente a la conquista de Jaime I, es clara la colonización medieval foránea e incluso las migraciones y reasentamientos mudéjares. Pero podemos apuntar ciertos matices de importancia sobre las relaciones de poder e influencia en los territorios. Básicamente, se desarrolla una dicotomía entre realengos-señorío, que es lo mismo que decir fueros ciudadanos-régimen señorial o cristianos viejos-moriscos. A este esquema responden sin duda las nuevas fundaciones de Castellón y Villarreal, que se erigen en realengos pero en donde la tierra queda mayormente ocupada por moriscos, aunque este aspecto es más fuerte en Villarreal. Los moriscos se encargan normalmente del cultivo de las peores tierras o de los espacios limítrofes con sus lugares de habitación, espacios que podrían considerarse marginales.
Teniendo en cuenta esta situación, y habiendo ya estudiado la evolución numérico de la población en Castellón durante la Edad Moderna, queda estudiar el proceso de evolución demográfica en sus aspectos cualitativos, especialmente tras la sustitución de la población morisca expulsada.
En cuanto al flujo migratorio, que en ocasiones puede influir incluso más acusadamente que el propio crecimiento vegetativo de la población, durante los siglos XV y XVI se registran importantes movimientos. Desde 1500 a 1600 el número de avencidados (inmigrados) se eleva a hasta el número de 386, llegando a suponer importantes porciones de la población total. Pero ello no nos permite relacionar únicamente el aumento demográfica con la inmigración, sino que se trataría más bien de la confluencia de ambos factores, el del aumento de los inmigrantes y el crecimiento vegetativo, teniendo en este caso más importancia éste segundo.
Es raro que los registros muestren la procedencia y el oficio de los nuevos vecinos. Poseemos escasos datos –solo queda registrada esta información para unas ciento cuarenta personas en doscientos años, desde 1500 hasta 1690–, pero a partir de aquellos de los que disponemos somos capaces de elaborar una pequeña muestra.
Podemos recurrir a otras herramientas para averiguar la procedencia y la permanencia de las poblaciones inmigradas, como es el estudio de la onomástica: se estudian los apellidos de los vecinos y se observa si se mantienen, si desaparecen o si hay nuevos aportes.
La larga serie de fechas que ofrece Castellón permite constatar los dos momentos álgidos en la ampliación de apellidos, que es la principal muestra de la llegada de nuevos pobladores. Existe un paralelismo evidente entre los dos aumentos de los siglos XVI y XVIII tanto en cifras absolutas como porcentuales y los datos demográficos vistos hasta ahora. La situación del XVII, si se relaciona con la anterior y posterior, parece de bajo incremento, pero la cantidad absoluta de nuevas aportaciones en 1646 no es mucho menor a la de 1588.[1]
[1] DOMINGO PÉREZ, D., Pasado y presente de una agricultura mediterránea: la Plana de Casterllón. Dirigida por P. Pérez Puchal. Tesis doctoral inédita. Universidad de Alicante, Facultad de Geografía e Historia, 1981-1982, pp. 114-121.
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