Origen de la ciudad, de su romería, y de su capitalidad (Manuel Gómez)

Al visitante que se acerque a Castellón con una mediana afición etimológica o semántica, le sorprenderá el nombre de Castellón para una ciudad que se extiende en la llanura, sin vestigio alguno de fortaleza militar a la que parece aludir su nombre. Por otra parte, hay que decir que ni las murallas de la villa fueron levantadas por héroes mitológicos, ni rey moro alguno labró en su interior alcázares maravillosos sobre los cuales pudiera volar libremente la fantasía.

En el cerro de la Magdalena tiene Castellón su viejo solar. Es una colina situada al pie de la sierra del Desierto de la Palmas, como una avanzadilla hacia las tierras llanas, de cara al mar, que no está lejano. En su cima, unos restos de murallas y torreones certifican su antiguo Castelló (diminutivo de castillo) que contempla allá a lo lejos -unos ocho kilómetros-, abierto y claro, extendido sobre el verde oscuro tapiz de la huerta, al actual Castellón en su plenitud urbana.

La partida de nacimiento de Castellón está fechada el 8 de Septiembre de 1.251 en Lérida , desde donde Jaime I concede su real permiso para el traslado del monte al llano, por el que autorizaba a Ximén Pérez de Arenós, su lugarteniente en el reino de Valencia, a trasladar la Villa de Castellón desde su emplazamiento originario al lugar de la llanura que le fuera bien visto como más apropiado. Con este traslado que la tradición sitúa en el tercer domingo de Cuaresma de 1252, nacía Castellón de la Plana. El recuerdo anual de este hecho constituye el motivo de las Fiestas de la Magdalena, centro de las cuales es la popular y masiva romería Romeria de les Canyes- a la iglesia del viejo solar, ermita blanca dedicada a Santa María Magdalena. Dice la misma tradición del pueblo que los castellonenses del traslado llevaban para alumbrarse unos faroles prendidos en la curva de sus cayados, siendo éste el origen y el simbolismo de las monumentales y luminosas Gaiatas que alumbraban la procesión nocturna que culmina el gran domingo de la Magdalena.

Doce años antes, en 1239, hubo ciertamente un intento de fundación de una nueva villa (en este caso en la alquería de Benimahomet), mediante una carta puebla otorgada por el primer dueño feudal que tuvo Castellón, don Nuño Sancho, señor del Rosellón. La Historia tenía determinado, sin embargo, que el nacimiento del nuevo Castellón había de venir de la mano de la Corona.

La vida en el Castellón de los siglos medievales tuvo unos caracteres plenamente urbanos, con importante peso de las actividades artesanas y comerciales por encima de la dedicación rural del cultivo de los campos, que también cobrará posterior y creciente desarrollo mediante el sistema de riegos con las aguas del Mijares. Como muestra del impulso real al desarrollo económico, recordemos que en 16 de marzo de 1260 Jaime I autorizó la construcción de un camino para unir la villa con el mar, en el punto donde existieron precedentes prerromanos y ahora comenzaba a aparecer un incipiente tráfico marítimo precursor del futuro puerto. O también que el 9 de mayo de 1269, el mismo monarca otorgaba permiso para la celebración de una feria que había de comenzar ocho días antes de San Lucas (18 de octubre), muestra inequívoca de activa vida mercantil. Por otra parte, un documento de 17 de febrero de 1272 autorizaba la ampliación del casco urbano mediante el añadido de un arrabal que suponía la aparición de las calles de En medio y de Arriba, demostrando el favorable efecto de la atención real sobre el crecimiento demográfico de la nueva villa. El hijo y sucesor de Jaime I, Pedro III el Grande, desde Barcelona, a 7 de febrero de 1284 otorgará a la villa de Castellón la facultad de autogobernarse mediante la concesión del derecho a poseer sus propios órganos municipales. Bien podía aplicarse al Castellón medieval lo que se decía en aquellos tiempos de que el aire de la ciudad hace libres a los hombres.

Todo parece indicar que Jaime I otorgó a la naciente villa como un crédito de confianza para ejercer un papel de capitanía en estas tierras septentrionales valencianas. Venida a la Historia cuando el fenómeno urbano ya se había manifestado con anterioridad en otros puntos de la comarca, Castellón asumió desde el siglo XIV la sede de una gobernación, y con ella un rol de capitalidad que no le ha abandonado a lo largo de varios siglos.


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