En 1609 se decretó la expulsión de toda la población morisca de la monarquía hispánica. Las incidencias relacionadas con tal proceso fueron diferentes según la zona de la monarquía, pues mientras en algunas la población morisca apenas era significativa, en otras como el Reino de Valencia, constituían uno de los pilares básicos de la demografía. A parte de las evidentes consecuencias poblaciones, el exilio forzado de los cristianos nuevos también significó una caída de la actividad económica, sobre todo en los casos en los que la población morisca formaba el grueso de la masa laboriosa.
En Denia, al igual que en toda Valencia, los efectos más negativos de este descenso de la actividad económica fueron en el campo de la agricultura. Esto se debe a que la mayor parte del trabajo de la tierra se encontraba en manos de los moriscos, los cuales trabajan las tierras como mano de obra de los señores de dichos territorios. La falta de brazos para trabajar las tierras que habían quedado sin cultivar acarreó el abandono inmediato de muchas parcelas agrarias. El problema de la falta de personas para trabajar la tierra no vino dado por la escasez de demanda de tierras, sino porque los cristianos viejos en muchas ocasiones no estaban dispuestos a trabajar en las mismas condiciones que los recién expulsados.
Otro problema derivado de esta falta de trabajo agrario fue el acusado descenso de la producción de artículos agrícolas, consecuencia lógica de que muchas tierras quedaran sin cultivar ante la expulsión del grupo poblacional que más las trabajaba.
Consecuencia económica de la expulsión de los moriscos fue también la puesta en circulación de numerosa moneda falsa que provocó un desbarajuste monetario durante los años siguientes al exilio forzoso de los cristianos nuevos. El origen de este mal está en la acuñación clandestina de grandes cantidades de moneda falsa conocida como “menut” por parte de los moriscos una vez sospecharon que su expulsión era inminente. El objetivo que buscaban era el cambiarla por moneda válida que pudieran llevarse consigo una vez expulsados.
La expulsión de un tercio de la población valenciana también significó el descenso de los tributos recaudados por la corona, pues algunos como el morabatí se recaudaban per cápita, luego a menor población, menor recaudación. Dificultad añadida en este asunto fueron las subidas de los impuestos a los cristianos viejos para intentar mantener el nivel recaudatorio previo a la expulsión, cosa que nunca se logró.
A pesar de que las consecuencias económicas negativas no son nada despreciables, en Denia se vieron suavizadas por distintos factores. En primer lugar, la ausencia de morerías en los rabales de la ciudad. En segundo, una economía no basada directamente en la barata mano de obra morisca (a excepción de la industria de la uva pasa). En tercer lugar, las fuertes sumas monetarias recibidas por el duque de Lerma y sus herederos en concepto de indemnización por la expulsión, lo que posiblemente y de forma indirecta repercutiría favorablemente para Denia. Y por último, el auge comercial que comenzaba a recibir el puerto de la ciudad. Todos estos factores posibilitaron que los efectos económicos de la expulsión se suavizaron en el Marquesado.
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