La expulsión de los moriscos fue uno de los sucesos más importantes a todos los niveles de la época moderna para la monarquía hispánica. El decreto de expulsión del Reino de Valencia fue firmado y publicado en septiembre de 1609. Una vez decretada la orden, esta se llevó a cabo en los días sucesivos.
La expulsión de los moriscos se identifica con el decaimiento posterior de la demografía y la economía de toda la monarquía por la pérdida de una importante masa de población trabajadora que había sido sacrificada en aras de la unidad religiosa del reino. Muchas cifras distintas son las que se han dado sobre el número total de expulsados, llegando a valoraciones tan disparatadas como el cálculo de la expulsión de un millón de personas. Hoy se han superado esas visiones carentes de fundamento y se dan cifras más aproximadas a la realidad del exilio de los cristianos nuevos.
Las consecuencias de la medida fueron muy diferentes de unas a otras regiones de la monarquía, y por tanto las mismas requieren de ciertas matizaciones dependiendo de la región estudiada, ya que resulta evidente que serían más intensas en aquellos lugares donde se concentraba la población morisca.
El reino de Valencia era una de las zonas donde más denso era el poblamiento de cristianos nuevos, luego las consecuencias en esta zona de la Península fueron más intensas que en otras. Se estima que en el reino de Valencia había 28.071 casas de moriscos con 136.000 personas, frente a las 73.731 de los cristianos viejos, excluida la capital. Los cálculos indican que fueron 272.000 el número de moriscos que salieron del país, de los cuales procedían del antiguo reino de Valencia unos 117.500 (algunos pudieron quedarse, en especial, los más jóvenes), luego un 43,2% de los moriscos expulsados correspondieron a Valencia, que perdió a un 33% del total de su población. La repercusión será aún mayor en las comarcas que forman la actual provincia de Alicante, que perdió aproximadamente al 40% de su población.
En la zona del Marquesado de Denia la población morisca, sin dejar de ser importante, no era tan marcada como en otras zonas de la actual provincia de Alicante. En Denia y Jávea existían pequeños núcleos de población de este tipo, pero casi la totalidad demográfica correspondía a los cristianos viejos. En las zonas de interior, sin embargo, la proporción cambiaba y abundaban los moriscos frente a una escasa población de cristianos viejos. A pesar de todo ello la expulsión de los moriscos también fue una calamidad para el Marquesado, pues, a pesar de las excepciones de Denia y Jávea anteriormente citadas, la mayor parte de sus pueblos estaban poblados por cristianos nuevos, o al menos, constituían la base de su población.
Denia tuvo un papel protagonista en el proceso de la expulsión, no sólo por haber perdido a gran parte de sus habitantes, sino también por haber servido su puerto para materializar el exilio de los cristianos nuevos. Además, para apresar a los pocos que se decidieron por la resistencia, Denia sirvió de base de operaciones para los encargados de batallar contra aquellos que no aceptaron el decreto de expulsión y marcharon a los montes para resistir.
Vemos pues que la expulsión tuvo importante consecuencias a nivel demográfico, pero estas no se limitan a la pérdida de la población en número, sino también a su capacidad de trabajo, por lo que las consecuencias económicas, de las que hablamos en otro artículo, también fueron notables.
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