Los moros del Arrabal de Elche y su expulsión.

A comienzos del s.XVI, en la Península Ibérica convivían cristianos, judíos y dos clases de mudéjares: los moriscos (convertidos al cristianismo) y los mudéjares propiamente dichos que conservaban su religión.

Durante las Germanías, la opinión popular sobre los mudéjares empeoro bastante y se les obligo a convertirse por la fuerza y a bautizarse.

El clero también estaba ansioso por conseguir la unificación religiosa del reino, por lo que presionaban al rey para acelerar el proceso, ya que era muy lento.

Carlos I, en 1525 declaro la resolución a los nobles y a los moros, diciéndoles que estos debían convertirse y les ofrecía a cambio los mismos derechos y privilegios que los cristianos; pero pocos días después, se hizo público el edicto de expulsión para todo aquel que no acatase la conversión.

Muchos de estos moros accedieron a regañadientes al bautismo y la conversión por miedo a la confiscación de bienes y la expulsión de la monarquía hispánica.

Pero esta conversión forzosa no resolvía la cuestión de unión religiosa del reino, por lo que se tomaron medidas como una institución para moriscos, en la que se les enseñara a ser verdaderos cristianos, aunque no funcionó bien ya que la mayoría de personas encargadas de esto no estaban capacitadas ni preparadas para ello.

A esto había que añadir el descontento y prejuicios por ambas partes, tanto moriscas como cristinas que hacían difícil la integración completa de ambos grupos.

Si había algo de cierto en las acusaciones de los cristianos para los moriscos, y era el peligro que suponían para la política del país, ya que mantenían contacto con sus hermanos de África y eran capaces de guarecer a corsarios y piratas musulmanes por el descontento que tenían debido a la opresión que estaban sufriendo.

En 1552, el reyezuelo de Argel, Barbarroja, se presentó con 25 barcos frente a la torre del Pinet y se dirigieron a la villa de Elche. Se presumió que los moriscos del Arrabal estaban en el concejo para embarcarse con ellos.

Los vecinos de la villa se refugiaron en la parroquia de El Salvador y los que vivían fuera de  los muros de la villa, lograron entrar dentro.

Se demostró que los tratos de los moros del Arrabal eran ciertos cuando salieron a hablar con Barbarroja y se descubrió que la intrusión de este era con la sola intención de llevarse a todas las familias moriscas del Arrabal, que ascendían a 500.

Los cristianos salieron a defenderse guarecidos por la noche y consiguieron expulsar a los moriscos, que embarcaron con 20 familias al final.

Tras este episodio, los ciudadanos de la villa suplicaban al señor de Elche que solicitase al rey el desarme de los moriscos del Arrabal, a lo que el rey, Felipe II accedió.

Durante el reinado de Felipe III, en atención a las suplicas y quejas de los cristianos de todo el reino y viendo que no se podía confiar en ellos, se decretó la expulsión definitiva para todos los moriscos el 4 de agosto de 1609.

Se dio a las familias moriscas un plazo de tres días para abandonar las ciudades y villas y dirigirse hacia los puertos donde estaban emplazadas las embarcaciones que les llevarían a África. A Elche vinieron dos compañías para la vigilancia del proceso de expulsión y guiando a los moriscos del Arrabal hasta el puerto de Santa Pola.

El señor de Elche, Don José de Cárdenas, les acompaño hasta Oran y Mezalquivir.


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