GUERRA, SEQUÍA, HAMBRE Y PESTE

Guerra Franco-española (1635-1648).

El 15 de abril de 1632, el Baile de Morella don Francisco Ciurana y Vilanova, es nombrado Maese de Campo de los tercios de Morella y el Maestrazgo por el marqués de los Vélez, que a la sazón era Capitán General del reino. En julio de 1639, ya iniciada la guerra, Morella fue elegida plaza de armas. Al año siguiente, el día del Corpus Christi, llega la noticia de la sublevación de Barcelona no contra el francés, sino contra su propio rey (independencia o Francia era su grito). Don Francisco Ciurana, Teniente General del Maestrazgo, comunicó a los Jurados de Morella este hecho y les previno de poner la plaza en estado de defensa, por si los catalanes se atrevían a pasar el Ebro y sublevar las montañas del Maestrazgo.

Tropas francesas entraron en territorio español en auxilio de los catalanes, y en mayo de 1643 las compañías de Morella fueron destacadas a Amposta.

En 10 de julio de 1648, se recibe en Morella la noticia de que Tortosa estaba sitiada por los franceses. Dos días después se pierde esa plaza, y el 20 de julio se reunen las tropas reales de Valencia y de Aragón en Morella. El pueblo se llenó de hijos de Tortosa, y el Consejo Municipal dispuso que los vecinos les dieran cómodo alojamiento.

Pero no solo la guerra daba malestar en Morella, también sus “compañeras”:

La sequía.

Fue tan general en España que apenas se recogió grano alguno, en dos años seguidos se perdieron dos cosechas. Se secaron las fuentes, y cuenta la memoria que solo quedó un manantial, la fuente de San Vicente Ferrer, pero con un caudal tan escaso que con un tiesto se recogía el agua. A Morella llegaba el agua de la fuente de Salvasoria, distante cuatro horas. Murió mucho ganado y los bosques únicamente presentaban árboles secos y pelados.

El hambre.

El problema que sigue a la guerra es, sin duda, el del hambre. A estas tierras llegaban famillias enteras procedentes de Castilla y Cataluña, y eran tantos los que arribaban en busca de un pedazo de pan que los masoveros (las pequeñas familias que se encargaban de la explotación de tierras del propietario de las mismas) llegaron a temer ser víctimas de algunos de estos pobres hambrientos, que desesperados, ya no pedían en nombre de Dios, sino con un cuchillo en la mano. Un ejemplo de esto fue el sucedido a don Tomás Grau, rico propietario y notable vecino de Morella, que acusado de guardar trigo para venderlo más caro, lo mataron de un tiro de arcabuz. El pueblo, hambriento, no respetaba ni la posición social.

La peste.

Hojeando la historia del Reino de Valencia, la peste se cebó con las poblaciones, entrando en las moradas pacíficas para arrebatar la vida de los que no salían al campo de batalla (guerra de la Unión, Germanías, etc.). Cuenta la memoria que esta terrible enfermedad acabó con cincuenta mil personas en Valencia, aunque no se sabe si en un solo año o a lo largo de la enfermedad. En los pueblos del Maestrazgo hizo verdaderos estragos, sobre todo en Vinaroz, Calig o Traiguera. En Morella en el año 1647, el primero de la enfermedad, sucumbieron 172 personas, y se consideran pocas en comparación con las muertes en otras poblaciones como las vecinas de Forcall o Cinctorres (donde la peste se alargaría hasta el año 1651). Los morellanos atribuyeron este hecho a la protección de San Roque y de María de Vallivana, y manifestando su gratitud, construyeron una capilla en la parroquia de San Juan.


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