Antecedentes.
El término municipal de Morella, el más extenso de la provincia de Castellón, contaba antiguamente con unas 365 masías, y los agricultores y ganaderos que las habitaban y trabajaban sus tierras se denominaban masoveros.
Los masoveros se reunían en las noches de invierno en una masía determinada y se entregaban al bullicio y pasatiempos, la mayoría inocentes, pero que en ocasiones causaban disgustos. Estas reuniones se llamaban bureos.
En las fiestas de Navidad de 1683 se celebró bureo en la masía del Colomer, a unos 6 km. de Morella, no lejos de la carretera de Valencia y entre las denas de San Marcos y Font den Torres por un lado, y las del Moll y dels Llivis por otro (las denas o partidas eran cada uno de los grupos de masías del término de Morella, vecinos entre sí). Los masoveros de las primeras partidas se ocupaban de cortar madera y hacer carbón, porque abundaban bosques y pinares en sus tierras. Los que habitaban en el Moll se consideraban más apuestos, y apodaban a aquéllos como los de les alforches fumades, aludiendo a las alforjas de los carboneros, y se burlaban de ellos haciendo canciones y chistes.
Pocas noches después, mozos cargados con escopetas y palos se dirigieron a un bureo de la sierra no para divertirse, sino para vengar la afrenta. Desde este momento, no eran algunos hombres en lucha, sino verdaderos grupos encarnizados que se perseguían a muerte. Las autoridades decidieron cortar de raíz estas contiendas, y encarcelaron a los cabecillas de ambos bandos, pero tal decisión lejos de calmar los ánimos, los encendieron aún más, al ver los masoveros encarcelados a sus mejores hombres.
Además, y sumado a este conflicto, se unía el malestar que exponían los campesinos desde mucho tiempo atrás por no permitírseles ser Jurados ni ejercer cargos públicos en el pueblo. Tras los encarcelamientos, se decían: “nuestros enemigos no son los masoveros, están en Morella, y allí se ríen de nosotros y nos sacan el dinero. No contentos con excluirnos de la participación en los empleos públicos, ahora aprisionan a nuestros hijos”. Así pues, los masoveros firmaron la paz entre ellos y declararon la guerra al pueblo de Morella.
Asalto a Morella.
En el amanecer del domingo 27 de mayo de 1685, trescientos masoveros armados con escopetas entraron por la puerta de Morella, descuidada por ser tiempo de paz. Su primer paso fue apoderarse del castillo, que tenía a algunos inválidos como única guardia, y controlar depósitos de armas y municiones . Acto seguido bajaron a la villa y cercaron la casa del justicia don Francisco Moliner y la del suplente don Blas García, que con gritos y amenazas hicieron temer por la vida de los funcionarios públicos. Luego fueron a casa del jurado mayor don Tomás Miralles y llamaron a su puerta. Al verle huir por la ventana, hicieron una descarga de escopetas, pero erraron la puntería y salvó la vida.
De esta forma, los masoveros se adueñaron totalmente del pueblo, reuniéndose poco después en la Casa de la Vila con los nobles para formalizar un acuerdo, que redactaron el clero y los frailes. Entre otros puntos, se les concedió a los amotinados que se les asegurara las vidas y haciendas o que pudieran ser elegidos para los oficios públicos. Al finalizar esta “reunión”, los masoveros regresaron satisfechos a sus masías, mientras que los jurados daban cuenta de lo ocurrido al Gobernador de Castellón y al Juez de la Real Audiencia.
Dos días después, el 29 de mayo, vino a Morella el Gobernador con dos compañías de soldados, y el 6 de junio llegó el Juez con 350 soldados para apresar a los responsables del motín. Pero los masoveros se escondieron en los montes y eludieron su captura, tan solo cinco fueron apresados en sus masías, en las demás, los soldados solo encontraron mujeres y niños.
Los perseguidores finalmente desistieron y se restableció la calma. No se sabe el día, ni cómo se firmaron las paces, pero en septiembre todo había finalizado.
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