Veremos a continuación, brevemente, cómo era la vida en las masías.
La familia.
Una familia podía estar compuesta de miembros de hasta tres generaciones. Las tierras y la casa las heredaba el hijo mayor tras contraer matrimonio, y se instalaba en la masía junto con sus padres y hermanos solteros. De éstos, el que no quería ser labrador se le facilitaba el aprender algún oficio para trabajar en el pueblo. En cambio, si la vida en la masía era de su agrado, cuando le llegaba la hora de formar su propia familia se buscaba una masía en arrendamiento para vivir en ella.
Las hijas colaboraban en los trabajos de la casa y en su economía. Cuando se casaban , recibían el ajuar, consistente en los útiles necesarios para la casa, incluyendo un colchón, y pocas cosas más. Si permanecían solteras, eran un miembro más de la familia.
No era nada extraño de ver en las masías algún tío mayor, hermano del padre o de la madre, integrado en la familia.
Según la edad, todos los miembros de la misma tenían sus obligaciones, y eran numerosas, con cinco, seis o incluso más hijos.
La educación.
La educación que recibían los hijos e hijas de las masías dependía de la forma de pensar del cabeza de familia. La costumbre era que fuera el hijo mayor el que aprendiera y por ello se le enviaba fuera de casa, para que le enseñaran a leer y escribir. Por las noches, daba clases a sus hermanos delante del padre.
También podía ocurrir que una dena (la unión de varias masías) buscara un profesor para dar clases a los niños de las masías cercanas, que pagaban los masoveros. Las clases se impartían generalmente en alguna Iglesia donde acudían los niños, que llegaban después de un trayecto de una hora de camino, más o menos.
Este sistema de educación permaneció invariable hasta el 10 de marzo de 1956, cuando el Ministerio de Educación Nacional de aquél entonces creó en els Llivis una escuela unitaria para todos los niños de la dena.
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