Aunque incompleta y muy fragmentada, la información que poseemos sobre la población segorbina cuatrocentista parece avalar el sombrío diagnostico avanzado por Fernando Arroyo hace ya unos años. Salvo su primer cuarto de siglo, el siglo XV no fue una etapa brillante en la historia de Segorbe.
Antes al contrario, la centuria se caracterizó por un claro retroceso económico, por una marcada ruralización de su estructura productiva, por el empobrecimiento de una porción destacada de sus habitantes, por un notable avance del dominio señorial censatario y por una neta despoblación. En esto Segorbe compartió la trayectoria de los territorios de la Corona de Aragón, excepción hecha de la ciudad de Valencia. Pero si la capital del Turia pudo convertirse entonces en un verdadero emporio no sólo fue como consecuencia del conflicto civil catalán (1462-1472), sino también, y entre otras muchas razones, a costa de la crisis mercantil segorbina (1420-1426).
De manera sintética y con todas las reservas que impone una documentación tan lagunar, podría afirmarse que la demografía segorbina cuatrocentista estuvo sometida, pues, a tres grandes ritmos. Tras la culminación del crecimiento que siguió a la guerra con Casilla, Segorbe se mantuvo demográficamente estable entre 1401 y 1430 con un contingente demográfico cercano a los 2.700-2.800 habitantes. A partir de entonces, su población comenzó a disminuir: en 1439 debía poseer unos 2.500 habitantes y hacia 1470/75 en torno a los 2.100. El proceso de recuperación subsiguiente fue lento. Hacia 1510, Segorbe había conseguido remontar ya el bache del segundo tercio del siglo XV. Su población, unos 2.500 habitantes, estaba mucho más cercana, sin embargo, a las cifras de 1439 que a las de 1401.