A través del estudio de los testamentos (en especial, de la onomástica, las invocaciones y otros aspectos) se ha podido reconstruir para la comarca del Alto Palancia un cuadro acerca de la religiosidad popular y la percepción de la muerte.
Pere Saborit Badenes ha sido capaz de establecer hasta cuatro periodos en la evolución de la religiosidad popular -sobre todo, aunque no únicamente, respecto a la muerte-.
En un primer estadio, entre 1500 y 1560, nos encontramos todavía en el mundo de la piedad medieval, auqnue participa de la mentalidad erasmista en muy pequeña proporción. Se afirma la solidaridad comunitaria con el difunta. La Iglesia sabe que el cuerpo es caduco y corruptible, pero con igual certeza conoce el triunfo de la vida y de la iglesia de Cristo sobre la fragilidad y la condición pecadora de la persona. La celebración proviene de las tradiciones cluniacenses; los principales medios de socorrer a las almas son la misa, la oración y la limosna. Santos, ángeles y mártires vienen en nuestro auxilio: María, los apóstoles y San Miguel serán los preferidos.
En un segundo estadio, de Trento al barroco (1560-1650), nos hallamos ante una poda de algunas tradiciones. Se afianza a su vez la liturgia oficial, cae lo tradicional y empiezan a seguirse las orientaciones tridentinas. Es una fase de control ideológico y de afirmación de los valores católicos frente a los reformadores y erasmistas; se insiste en la muerte, com cierta e incierta, en un intento de que la vida sea preparación para la muerte.
Durante la plenitud barroca (1650-1740), la reforma católica está plenamente estabilizada. Su característica más definida es el culto a los santos en la liturgia. El Barroco prefiere invocar a la Madre del Señor como virgen sacrantísima e inmaculada abogada de los pecadores. Los santos están muy presentes, pero también lo estarán en el periodo siguiente. La devoción a los santos, contestada por Lutero, es signo de catolicismo.
Por último, durante la época ilustrada (1740-1799), se afirma la fe concretada en la fidelidad a la Iglesia romana, contraponiéndose al deísmo. Aunque en algunos aspectos se aprecia cierto cambio, básicamente persisten los rasgos barrocos: la Ilustración no llega al ámbito rural y deprimido del Alto Palancia.