La manufactura y la mercaduría segorbinas habían atravesado una etapa de prosperidad durante el último tercio del siglo XIV y el primero del XV. Sin embargo, la crisis mercantil abierta por la supresión, en 1426, de las antiguas franquicias comerciales, el retroceso económico general del segundo tercio de siglo y la conmoción social provocada por la política de mercaderes territoriales de una nueva dinastía, habían contribuido a desvitalizar los sectores secundario y terciario de Segorbe. En la otra cara de la moneda, Valencia iba configurándose paulatinamente como el gran emporio económico de la Corona de Aragón. Su crecimiento no tardaría en atraer a los cada vez más empobrecidos artesanos y comerciantes segorbinos.
Este éxodo no solo produjo una merma cualitativa muy importante en la economía y en la sociedad de Segorbe durante los últimos años del Cuatrocientos, sino que dejo el control del mercado local en manos de productores y mercaderes foráneos. El arrendamiento de monopolios y derechos privativos hacia mediados del siglo XV demuestra sin ningún atisbo de duda la progresiva infiltración del capital foráneo en la capital del Palancia.
El Cuatrocientos debe ser contemplado, pues, como una centuria de transición entre la consolidadación urbana de Segorbe durante los siglos XIII y XIV y la creciente ruralización de su economía durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Los estímulos productivos y mercantiles no desaparecieron a lo largo de tan dilatada cronología. Pero nunca fueron lo suficientemente fuertes como para romper el techo de crecimiento potencial alcanzado a mediados del XVI, ni tan débiles como para facilitar el definitivo giro ruralizador de Segorbe hasta finales del siglo XVIII.