La revuelta de las Germanías quedaría reducida a los territorios de Alzira y Xàtiva donde se refugiaron los últimos agermanados dirigidos por un enigmático personaje llamado “el Encubierto”, que se autoproclamó nieto de Fernando el Católico y encabezó la resistencia contra el bando real, relevando a Peris como líder carismático del movimiento.
Su mensaje mesiánico, director de la rebelión por mandato divino, lo que parece probable es que este personaje conociera la obra de Joan Alemany “De la llegada del Anticristo” reeditado en Valencia en 1520, que según la obra, un Mesías vendría pronto y este llevaría una nueva Cruzada hacia Tierra Santa, aniquilando a los musulmanes y luchando contra el Anticristo, como se pronostica en el Libro de la Revelación. Esta ideología tenía gran aceptación por parte de la amplia masa social de la época, y por ello utilizó esta forma discursiva, para colocarse como el salvador del pueblo, sus seguidores le veneraban y le concebían como una visión sagrada con verdaderos poderes, todo un ángel con forma humana, un mesías que levitaba mientras meditaba.
La base de su pensamiento giraba en torno a la teología de las Cuatro Religiones y Cuatro Juicios, proponía una Trinidad de Cuatro Estados, propuesta similar al joaquimismo, muy extendida por Valencia, que seguía fuentes más antiguas que decían de la Trinidad como cuatro elementos, Padre, Hijo, Espíritu Santo y Sacramento Sagrado, aunque otras fuentes afirman que se trataba del Diablo como cuarto elemento e hijo de Dios.
Sobre esta figura se ha especulado mucho, García Cárcel considera que es Antonio Navarro, en cambio Vallés considera que es Enrique Manrique de Ribera. A su muerte, asesinado por un grupo de sicarios en Burjassot en mayo de 1522 fue sucedido por nuevos “encubiertos”, decir que después de su muerte, fue procesado por la Inquisición por hereje y quemado (el cuerpo ya que la cabeza se la quedaron las autoridades locales para colgarla en la puerta de entrada a la ciudad). Lo cierto es que el también conocido como Rey Encubierto o el Hombre de Bernia, se decía Antonio Navarro y era probablemente de procedencia castellana y pobre.
Antonio Navarro se hizo especialmente famoso por su discurso político-teológico pronunciado en castellano en Xàtiva el 21 de marzo de 1522, se presentaba a si mismo con el hijo del príncipe Juan y nieto de Fernando el Católico y Germana de Foix (esta versión es falsa pues el príncipe nace y muere en 1509), siendo víctima de las intrigas de Felipe el Hermoso con el Cardenal Pedro González de Mendoza, que se quedarían con el poder y lo desterrarían a Gibraltar, criado por una pastora y se consideraba como un enviado de Dios para liberar al pueblo hermanado y al mundo en general. Algunos historiadores consideran que fue un judío-converso impostor y ermitaño, lo cierto es que a pesar de la fugaz aparición, desde marzo-mayo, el mito persistió y dejó paso a nuevos encubiertos, se cuenta que hasta cuatro personajes más se hicieron pasar por esta figura.
El carácter mesiánico de estos personajes, especialmente intenso para los grupos conversos, generaba un halo de aspiraciones de cambio social del estrato más pobre del campesinado, protagonistas de los últimos conatos de violencia en la revuelta de las Germanías, revuelta que tuvo mucho más protagonismo de los prósperos y clases medias que de los miserables. A pesar de ello también se le unieron élites locales y agricultores ricos atraídos por su discurso mesiánico y bajo su dirección se embargó propiedades y dinero a la Iglesia y a la nobleza que se oponían a su movimiento.
Los protagonistas iniciales del movimiento del Encubierto, trataron de realizar cambios políticos recortando las competencias señoriales y reduciendo el poder de las oligarquías de enfiteusis y acomodadas en los gobiernos municipales, sin embargo este proceso moderado y reformista fue rápidamente sustituido por protagonistas más radicales, que desbordaron el carácter político de las reivindicaciones por otras de naturaleza social y elevaron el tono antiseñorial.
La guerra prácticamente de guerrillas que se establece en el sur montañoso de Valencia, hacía difícil localizar estos ataques por parte del ejército real, ya que aunque no tuvieran las tropas que tiempo antes llegaron a cosechar los agermanados iniciales, se valían de esa sorpresa para sacar réditos a sus saqueos y conversiones de musulmanes.
En esta segunda fase de las Germanías, los pequeños campesinos de la Huerta de Valencia, último escenario de las acciones del Encubierto, saquearían las tierras de señorío vecinas, asaltando castillos y poblaciones y obligarían a los musulmanes a bautizarse. Reivindicarían de forma violenta la abolición de los censos y rentas señoriales, ello determinó en la movilización masiva de la nobleza autóctona, que dirigida por el Duque de Gandía y el Conde de Oliva, así como el apoyo de la aristocracia catalana y castellana, mediante el cual pudieron vencer a los últimos agermanados del Reino.
Estos agermanados combatieron hasta el final, muchos de ellos buscaron apoyos fuera del Reino, mediante contactos con los agermanados mallorquines y catalanes, así como con los escasos comuneros castellanos que quedaban, pero no recibieron prácticamente apoyos, finalizando la revuelta en diciembre de 1522.
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