Sexualidad e Inquisición

El sexo, dada la rigurosa obsesión de la religión cristiana por la castidad, fue enormemente reprimido por el Santo Oficio en todos los territorios en que fue implantado, no solo en Valencia, dado que la Inquisición era la encargada de velar por la moral que establecía la religión. En Valencia cerca del 10% de todos los procesos inquisitoriales llevados a cabo tuvieron a que ver con asuntos sexuales (unos 600 casos entre 1530 y 1609).

Siempre han gustado temas como la homosexualidad, la prostitución, la bigamia o la vida sexual del alto clero carente totalmente de vocación. No obstante, la mayor parte de procesamientos inquisitoriales por motivos sexuales se debieron a la simple fornicación o práctica del sexo, dado el deseo de los inquisidores de erradicar la creencia de que el sexo no era un pecado moral. Pero, no será hasta la segunda mitad del siglo XVI cuando sexocomencemos a encontrar este tipo de casos, en Valencia concretamente el primer caso es de 1566. Dada la cercanía del Concilio de Trento podemos relacionar que la influencia del mismo en esta nueva mentalidad represiva era evidente.

La “pureza” de las mujeres es algo que ha obsesionado a nuestra sociedad hasta hace bien poco. Estaba bastante extendida la creencia de que acostarse con una mujer casada no era pecado para el hombre, la culpa siempre era de la mujer. Si bien es cierto que en el reino de Valencia el adulterio era menos perseguido que en Castilla o Aragón, estipulando los fueros que los condenados por adulterio debían correr por todas las plazas de la ciudad desnudos, algo bastante “light” para la época. Esta forma de entender la sexualidad tan permisiva, choca con los principios más duros de la Inquisición que siempre defendió lo inmoral del adulterio siguiendo las recomendaciones de San Vicente Ferrer que, también haciendo culpable a la mujer, afirmaba por ejemplo que estas no debían maquillarse.

Por otro lado, la bigamia, ya castigada en la legislación foral desde sus inicios, rápidamente entro en la órbita jurisdiccional del Santo Oficio desde sus inicios. Si bien es cierto que la bigamia fue en Valencia un delito poco frecuente, o al menos poco juzgado, ya que a lo largo del siglo XVI disponemos de documentación de solamente 29 casos, lo cual viene a ser muy poco si lo comparamos con los 194 procesamientos en Barcelona o los 243 en Toledo. En Trento se trató de resolver la problemática de los matrimonios clandestinos, prohibiéndolos y penalizándolos, por eso la bigamia fue algo que siguiendo las premisas del Concilio era algo que se debía permitir.

La ciudad de Valencia no fue así un núcleo en el que se podía contraer discretamente matrimonio en segundas nupcias, como parece ser que fueron otras ciudades como Logroño. Entre los escritores de la época como Molina planteaban que la razón más probable por la que se producía la bigamia era el no haber tenido hijos en el primer matrimonio, algo de lo que culpaba obviamente a la mujer. Así mismo, este autor realiza una descripción del hombre bígamo como aquel tímido y dominado por la mujer brava, reñidora y loca.


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