Una apuesta personal del Emperador: la ofensiva de Túnez
Carlos V decidió encabezar personalmente la expedición que se iba a enfrentar a Barbarroja en Túnez. Nadie estaba a favor de este acto de heroicidad: los políticos consideraban esta empresa muy arriesgada y sus cortesanos veían con fastidio el tener que alejarse de sus cómodas vidas. A pesar de todo, el 2 de marzo de 1535 partía de Barcelona una gran flota hacia Túnez, acaudillada por el Emperador.
Sus consejeros tampoco habían conseguido hacerle cambiar de opinión. Y es que no era fácil disuadirlo con la imagen de los peligros que afrontaba; más bien al contrario, era como un acicate para su espíritu caballeresco. Ese era su deber, como defensor de la Cristiandad. Por ello convocó a Tavera y Cobos, pero no para pedirles consejo, sino sólo para mostrarles ya su decisión, algo muy propio de su temperamento. Era como revivir toda la Historia antigua de la gran Roma, como si fuera un nuevo Escipión el Africano.
El Emperador era consciente de estar protagonizando entonces una gran jornada, digna de ser conmemorada. De ahí que llevara en su cortejo al pintor flamenco Juan Vermeyen, con la misión de inmortalizar los principales sucesos de aquella campaña. Este pintor realizó los apuntes al natural y dirigió al equipo de pintores que diseñaron los cartones de los tapices. Para la fabricación de los paños se contrató al más prestigioso taller de Bruselas, el de Willem de Pannemaker. De allí saldrán los espléndidos tapices de este autor, a uno de los cuales pertenece la imagen superior, en la que vemos a Carlos V con sus tropas en Barcelona. Todos estos tapices pueden admirarse en el Alcázar de Sevilla.
Si estáis interesados en esta serie de tapices, os recomiendo que visitéis este interesante blog:
http://algargosarte.lacoctelera.net/post/2010/06/05/carlos-v-y-tapices-la-serie-conquista-t-nez
Tras esta victoria Carlos escribió a su hermana María de Hungría una notable carta, escrita desde Túnez al día siguiente de la victoria imperial. Era la carta de un capitán victorioso que rezumaba orgullo por la difícil gesta conseguida, incluso imponiendo su criterio contra la opinión de la mayoría. En algunos momentos esta carta adquiere un tono de literatura castrense, al modelo del gran César romano, como si se tratara de un nuevo fragmento de La guerra de las Galias.
Este triunfo sobre Barbarroja no fue visto con igual satisfacción por la Europa mediterránea. Sólo Italia lo celebraría de inmediato, titulando a Carlos V, Carolus africanus, para lo mucho que suponía para su seguridad, sobre todo para los reinos de Sicilia y Nápoles, a los que visitaría después de esta victoria. A continuación entraría en Roma, cubierto de gloria, como el Dux africanus, como lo había hecho en la Antigüedad aquel héroe romano ante Cartago, Escipión el Africano. Desde Túnez se dirigió a Italia, donde hizo una entrada triunfal en Roma.