La última manifestación del ideal medieval de la restauración del imperio romano-cristiano fue el proyecto de Carlos V, que llegó a ser el único emperador del Viejo y del Nuevo Mundo.
El origen más remoto de este ideal podemos encontrarlo en Justiniano (527-565) el más importante emperador del Imperio romano de Oriente. El principal objetivo de este gobernante fue la reconstrucción territorial del antiguo Imperio romano, recuperar la parte occidental, que había caído en manos de los bárbaros. Y todo ello había de hacerse partiendo de la restauración de la romanidad.
El lazo de unión con esta tradición imperial vino de la mano de Carlomagno, al adoptar este papel de defensor de la Cristiandad. Supuso el primer intento de síntesis europea en torno al Papa. El reino carolingio será la que ostente el nuevo imperium, a cuya cabeza figuraba Carlomagno, como imperator romanorum.
Carlomagno era nieto de Carlos Martel, el gran general de el ejército cristiano que había detenido el avance musulmán en Poitiers (732). Esta victoria tuvo un importante efecto psicológico en la cristiandad, que vio que el Islam no era invencible. Uno de los hijos de Carlos Martel, Pipino el Breve fue quien derrocó al último rey de la Dinastía Merovingia y se autoproclamó rey de los francos (751). Con él se inició la Dinastía de los Carolingios, que debe su nombre a Carlomagno, hijo y sucesor de Pipino.
Carlomagno sería quien acabaría definitivamente con el dominio lombardo sobre la península Itálica y quien haría entrega al Papa de los territorios que su padre Pipino le había prometido en la Dieta de Quierzy: Rávena, Ancona y Roma. Estos territorios constituyeron el núcleo inicial de los Estados Pontificios.
Así que el Imperio carolingio no surgió como un mero régimen de gobierno, sino como una idea político-religiosa y como una especie de renovación del Imperio por parte de Carlomagno. En el año 800, cuando Carlomagno dominaba prácticamente todos los pueblos cristianos de Occidente, fue coronado por el Papa en Roma. La elevación a la dignidad imperial le confería todas las prerrogativas reconocidas por la Iglesia a los emperadores cristianos. El reino franco aparecerá entonces como la reencarnación del antiguo Imperio romano y el emperador como un nuevo Constantino que asumía el papel de defensor de la fe católica.
Tras la muerte de Luis el Piadoso, hijo de Carlomagno, su imperio se dividió entre sus tres sucesores (Tratado de Verdún, 843)
La parte este del Imperio carolingio, que pasará a manos de Luis el Germánico, será el germen histórico del Sacro Imperio Romano Germánico.
La Dinastía Carolingia no fue dinastía muy amplia. Concluyó en 887 al ser depuesto el último emperador, Carlos el Gordo. A partir de entonces se produjeron una serie de disensiones internas de las que surgió una nueva figura, ahora en Germania: Otón I, que tras vencer a los húngaros consiguió el suficiente prestigio como para erigirse en el nuevo líder y ser coronado emperador por el papa (962).
Otón I será el primer emperador del sacro Imperio Romano-Germánico. A partir de entonces se le considera el nuevo salvador de la cristiandad y continuador de la renovación cultural emprendida por Carlomagno. Surge así la Dinastía de los Otónidas, que dominará toda la décima centuria.
Todos estos emperadores sirvieron de modelo al futuro Carlos V. Muestra de esta influencia fue el deseo de Carlos V de que su coronación como Rey de Romanos (1520) tuviera lugar en la capilla palatina de Aquisgrán, la mítica ciudad de Carlomagno.