“La ingeniería en la época de Felipe II está muy lejos de las disputas religiosas que dividieron Europa en el siglo XVI”. Éstas fueron las palabras que pronunció el ingeniero Ignacio González Tascón en septiembre de 1998 con motivo de la presentación de la exposición de Los ingenios y las máquinas. Ingeniería y obras públicas en la época de Felipe II en el pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico, de Madrid.
Felipe II (1556-1598) fue, sin duda alguna, el mayor patrón de la ciencia cortesana española. Y, es que si el Renacimiento suponía la preocupación por la formación íntegra del hombre en todos los aspectos, la preocupación de Felipe II rebasará la meta de esa preocupación por la formación, siendo considerado el prototipo por antonomasia de príncipe renacentista. La relación de Felipe II con la ciencia, con todo, responde a una triple perspectiva:
– La política, como gobernante del más poderoso imperio del planeta.
– La personal, como hombre en perpetua lucha con la enfermedad, con una fortaleza física y espiritual fraguada en interminable batalla con sus limitaciones corporales y psíquicas.
– La regia, como monarca absoluto exquisitamente formado en la cultura renacentista.
Sus intereses científicos estaban encaminados a controlar la naturaleza, lo cual implicaba una comprensión del espacio, mediante la geografía y la cartografía, y un manejo del mismo, por medio de la ingeniería y la jardinería, además de procurarle pingües beneficios económicos, haciendo uso de la minería. Asimismo, emprendió grandes proyectos, a veces casi propios de un visionario, que o bien se olvidaron, o sus espléndidos resultados se archivaron en los anaqueles de bibliotecas o de los archivos estatales, sin ejercer ninguna influencia sobre la labor intelectual, científica o de gobierno, española o europea, del momento o de la posteridad, con lo cual se perdieron oportunidades únicas. Entre ellas, destacan los proyectos para hacer navegables los ríos españoles o los de las Relaciones Topográficas del Reino.
Felipe II adoptó siempre una profunda labor de mecenazgo en el nacimiento y desarrollo de numerosas iniciativas científicas. Todo ello en tres grandes centros de poder que caracterizaron su reinado: Aranjuez, El Escorial y Madrid. Aranjuez, como equivalente de las grandes obras de ingeniería renacentistas. El Escorial, como gran centro de recepción y difusión del saber, con la biblioteca que recogía todos los saberes de la época y las prácticas experimentales que allí se realizaron. Madrid, escenario de la corte, centro de la política imperial, a la vez que núcleo aglutinador de los principales científicos cortesanos del momento, contratados para resolver las necesidades de la monarquía. Imaginemos una corte cuyo rey, quizás empujado por su afán coleccionista, hacía, entre otras cosas, que diferentes personas se encargaran de comprar textos en Italia; una corte en la que los inventores debían de dejar una copia de sus inventos en el Alcázar o en el Escorial; donde alquimistas escudriñaban libros y realizaban sus experimentos en dependencias oficiales; donde había incluso una casa de destilación y una Academia de Matemáticas y Cosmografía.
Mineros, monederos y ensayadores alemanes; alquimistas flamencos, alemanes, italianos e irlandeses; destiladores flamencos e italianos; cartógrafos flamencos; jardineros italianos, flamencos, franceses e ingleses; astrónomos italianos; boticarios flamencos. Ésta era la legión de científicos y técnicos contratados por Felipe II durante su reinado. En cuanto a los ingenieros, en contra de lo que se ha pensado durante mucho tiempo, en la España filipina, la mayoría de los ingenieros eran mayoritariamente españoles, si bien es aceptable afirmar que la ingeniería peninsular se vio influenciada por la italiana.
Nicolás García Tapia dividió a los ingenieros en varias categorías: los teóricos, los ingenieros-arquitectos, los prácticos y los ocasionales o inventores. Entre los arquitectos ingenieros, los de nuestro interés para este blog, se va formando un determinado tipo, cuya principal tarea sería la de trazar y diseñar edificios: edificaban puentes, acueductos, presas, puertos… Así pues, el ámbito de estas dos disciplinas era confuso en el siglo XVI, aunque para dominar la ingeniería era imprescindible conocer la arquitectura.
Uno de estos ingenieros, Juan de Herrera, dejó manuscrito el texto Architectura y machinas. Para él, la máquina sirve para vencer la naturaleza de los cuerpos pesados. Es decir, en el origen de toda máquina está la gravedad de las cosas. Un importante arquitecto de su tiempo fue Pedro Juan de Lastanosa. Estuvo en Bruselas y en Nápoles, donde trabajó como ingeniero hidráulico en el año 1559. En 1563, tras haber trabajado como ingeniero hidráulico en Bruselas y Nápoles, fue nombrado «criado ordinario», cobrando 300 ducados anuales de salario. En este año, también cobraban por el mismo concepto en la corte de Felipe II los arquitectos Juan Bautista de Toledo, Juan de Valencia y Juan de Herrera, además del ingeniero mayor Juanelo Turriano, aunque figuraba como relojero.
2 replies on “Felipe II, príncipe renacentista”
Buenas noches: Solicito autorizacion para utilizar el escudo de Lanastrosa y parte de su historia, poniendo claramente su procedencia, ( no comercial )
Le saluda
Pantxike Kontreras
Hola Pantxike Kontreras, no tenemos ningún problema en que utilices la información y las imágenes que necesites! Un saludo