Este era el que se aplicaba como castigo al reo convicto y confeso de un delito. Podía ser mortal, es decir, con la finalidad de provocarle la muerte o no muerte, como amputarle algún miembro del cuerpo o ocasionarle algún tipo de dolor corporal o moral. Podía pasar que, por la excesiva intensidad del tormento empleado o por la débil constitución física del condenado, se le provocase la muerte, aunque no fuese esa la intención.
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