Los azotes, era la pena a la que más se recurría.
El azote estaba formado de unas cuerdas atadas en el extremo de un mango, las cuales, para que fuesen más contundentes, llevaban nudos o algún tipo de pieza metálica a los extremos. El número de azotes que podía recibir un delincuente era muy variable.
A veces, la acción de azotar podía ser solamente simulada. Frecuentemente se daban los azotes en un lugar determinado y delante de todo el mundo.