LOS HIJOS DE LOS REYES CATÓLICOS

María Tudor o María I de Inglaterra (1516-1558) fue la única hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón que sobrevivió a la infancia. Recibió una esmerada educación de manos de Luis Vives por deseo de su madre.

Tras el matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena, María fue declarada ilegítima, expulsada de la corte y su hermanastra Isabel se impuso a ella en el orden sucesorio. Pero tras la decapitación de Ana Bolena, Isabel también perdió su derecho a gobernar.

Del tercer matrimonio de Enrique VIII, con Jane Seymour, nació el ansiado hijo varón que en el futuro sería conocido como Eduardo VI. María fue la madrina y durante el reinado de Eduardo su situación mejoró muchísimo.

La sexta esposa de Enrique VIII, Catalina Parr, consiguió volver a unir a toda la familia y en 1544 Enrique VIII volvió a incluir a sus dos hijas en la línea de sucesión, detrás de su hijo Eduardo.

En 1553 muere Eduardo VI de tuberculosis. Este no quería que María reinara, por miedo a que reimplantara el catolicismo por lo que excluye a María y a Isabel y nombra como su sucesora a Lady Jane Gray influenciado por el duque de Northumberland. El reinado de Jane Gray apenas duro unos días ya que sus apoyos rápidamente se disiparon y María fue nombrada de reina. Con ella las relaciones con el Papado se retomaron cumpliéndose los temores de su padre y su hermano  y fueron perseguidos y ejecutados numerosos líderes protestantes por lo que pasó a ser conocida como María la sanguinaria (“bloody mary”).

Contrajo matrimonio a los 37 años con Felipe II, hijo de su primo Carlos V, del que se dice que se enamoró tras ver un retrato suyo. Este matrimonio no contó con la aprobación de los lores ingleses y por sus súbditos, que preferían que la reina se desposara con un inglés por miedo a que el país quedara sometido a España. De este matrimonio no nació ningún hijo.

Tras la muerte de María en 1558 accedió al trono su hermanastra Isabel I, quien restauró la religión protestante.