Primeros Años.
Lutero nació en 1483 en Eisleben, Turingia, hijo de un campesino acomodado convertido en explotador de minas. Estudia con los Hermanos de la Vida en Común, en un ambiente espiritual exigente, y después en la Universidad de Erfurt, donde obtiene su licenciatura en Filosofía en 1505. Parece ser que fue rudamente educado por un padre poco sensible, al que amaba, pero al que temía aún más. Destinado al derecho, como tantos niños de la pequeña burguesía para elevarse socialmente, a raíz de una tormenta hace votos de entrar en religión, a pesar de la oposición paterna. Escogió la orden, muy rigurosa, de los Eremitas de San Agustín. Fue un estudiante muy brillante y por ello, le acortan el noviciado enviándole a estudiar a Wittenberg. Muy pronto le confían una cátedra. Se ordena en 1507 y se doctora en teología en 1512, enseñando en Wittenberg al año siguiente. Aparentemente lleva una buena carrera (es viceprior y disfruta de la confianza del vicario general de la Orden) religiosa y universitaria pero que esconde una profunda inquietud personal: de 1505 a 1515 no le preocupa la reforma de la Iglesia, para él, Dios no nos juzga por un balance entre nuestras buenas o malas obras, sino que nos justifica sólo a causa de nuestra fe, a causa de los méritos del Hijo y, por tanto, sin que dejemos de ser pecadores. Esta incertidumbre es la que llena el corazón de nuestro joven Lutero y todas los desarrollos de su pensamiento y todas las corrientes reformistas surgen de esta afirmación de la justificación de la fe y sólo por ella.
La Disputa Sobre las Indulgencias.
La concesión de indulgencias otorgadas por las prácticas de devoción, e incluso por las limosnas a la Iglesia, entrañaba una confusión entre indulgencia (remisión de una parte de las penas del purgatorio) y absolución. La justificación por la fe, que no permite atribuir a las obras un valor cualquiera, supone el rechazo de la teoría de la reversibilidad de los méritos (el hombre por muy santo que sea no tiene ninguno) y de la comunión de los santos. Indignado por la prédica de un dominico que había ido a “vender” indulgencias a Sajonia, Lutero pregona, el día de todos los Santos de 1517, sus 95 Tesis. Los temas esenciales son la denuncia de las falsas seguridades dadas a los fieles, la afirmación de que sólo Dios puede perdonar y no el papa, y de que el único tesoro de la Iglesia reside en el Evangelio. Alrededor de esta “disputa de monjes” (León X), que opone a los agustinos y a los dominicos, se apasiona toda Alemania. Roma interviene: el legado Cayetano, general de los Hermanos predicadores y humanista reputado, choca con Lutero. La disputa se desarrolla a lo largo de los años de 1519 y 1520. En Leipzig, en 1579, Juan Eck, sólido teólogo, lleva a Lutero a sacar las consecuencias de sus afirmaciones: rechazo de la primacía romana y de la autoridad de los concilios, valor único de las escrituras como contenido de la fe, inutilidad de la tradición dogmática e inexistencia del purgatorio, ya que la salvación es total o no la hay.
La Ruptura en el Seno de la Iglesia.
Los tradicionalistas fueron un frente común tanto para Lutero como para los humanistas, recibió el apoyo de éstos (Von Hutten, Melanchton). También le apoyaron jóvenes estudiantes de Wittemberg y de Ertfurt, las ciudades en lucha contra su obispo, como Nüremberg y Constanza, y la pequeña nobleza renana envidiosa de las riquezas de la Iglesia. Así Lutero pudo dar a conocer sus ideas rápidamente. Los años 1520 y 1521 resultan ser decisivos. El pensamiento de Lutero se precisa en tres grandes tratados de 1520: El Papado de Roma (el papa no tiene ninguna autoridad divina y está sometido como todos los fieles a la palabra); Manifiesto a la nobleza cristiana de la nación alemana (donde define la doctrina del sacerdocio universal, afirma que las Escrituras son inteligibles para todos los creyentes, defiende el libre exámen contra la autoridad eclesiástica y sostiene el derecho de todo fiel de apelar al concilio), y, por último, el Tratado De la libertad cristiana y la cautividad babilónica de la Iglesia (en el que Lutero critica los sacramentos convertidos en el medio de imponer la autoridad sacerdotal, y de los cuales no acepta como esplícitados en las Escrituras más que el bautismo y la comunión, y critica la teoría ecolástica de la transustanciación). Tras esta maduración de las teorías del filósofo, se pone en marcha la maquinaria represiva: con la bula Exurge Domine (15 de junio de 1520), condenando 41 proposiciones de Lutero, que es quemada por éste públicamente en diciembre; bula Decet Romanum Pontificem (3 de enero de 1521), que pronuncia el anatema contra Lutero y sus partidarios, maniobras acerca del nuevo emperador, convocatoria del monje rebelde ante la dieta de Worms en abril de 1521, comparecencia de Lutero el 17 y 18 de abril. Habiendo dejado Worms sin ser detenido, Lutero es desterrado del Imperio en mayo y “raptado” por los hombres de Federico de Sajonia, que le esconden en el castillo de Wartburg permaneciendo en él diez meses, escribe numerosos tratados sobre la confesión y los votos monásticos y traduce al alemán el Nuevo Testamento para poner al alcance de todos la Palabra Divina. De 1522 a 1526, la vida impone elecciones y renuncias que orientarán mucho tiempo el movimiento luterano. En materia religiosa Lutero frena a los extremistas que sacan conclusiones, condenadas por él. Sale de Wartburg en marzo de 1522 para luchar contra las innovaciones que su discípulo Carlstadt había introducido en Wittenberg: distribución de la comunión bajo las dos especies y predicación de la iconoclastia. Progresivamente, el reformador se decide a modificar la celebración de la Eucaristía. Más tarde, Lutero se declara muy claramente contra las tendencias al iluminismo de los anabaptistas. En materia social, en nombre de su misma concepción de la libertad cristiana, que es espiritual, y en nombre de la necesaria sumisión a las autoridades legítimas, Lutero rehusa apoyar la rebelión de los caballeros en 1522, dirigida por Franz Von Sickingen contra las posesiones temporales de los obispos romanos. Condena, aún más duramente, la revuelta de los campesinos de Suabia, desencadenada en 1524 sobre un programa a la vez social y religioso. Apoyado por Tomás Münzer y los anabaptistas, el movimiento se extendión a Alemania del Sur. Después de haber exhortado a los señores a la caridad cristiana y a los campesinos a la obediencia (1925), condena a los rebeldes en un violento libelo (Contra las hordas criminales y devastadoras de los campesinos) e invita a los “queridos señores” a la represión. El 15 de mayo las tropas campesinas son masacradas por los caballeros en Frankenhausen, y Münzer, hecho prisionero, es ejecutado. Este período también contempla la ruptura con los humanistas. La convergencia de los comienzos (primacía de las Escrituras, desdén por los ritos y las devociones tradicionales, por los dogmas demasiado constringentes y hostilidad hacia determinadas órdenes religiosas) deja paso enseguida a serias divergencias doctrinales. Mientras los humanistas creen en la bondad natural del hombre, en el valor de sus actos positivos y en su posibilidad de cooperar con la obra divina, Lutero afirma la total impotencia del hombre pecador. El conflicto se retrasa por consideraciones tácticas: Erasmo es un hombre pacífico que rechaza la polémica, que estima al reformador y no desea unirse al coro de sus adversarios; Lutero, al principio , desea el apoyo, o al menos el silencio de Erasmo. Finalmente Erasmo publica De Libero Arbitrio en 1524, en él defiende la libertad del hombre (y su responsabilidad) en la respuesta a la Gracia, el valor de sus obras y la idea de que el pecado original corrompe, pero no aniquila, la naturaleza humana. Lutero responde brutalmente en De Servo Arbitrio. En él reafirma su postura: la libertad del cristiano es reconocer su total impotencia. La fe es un puro don de la Gracia divina.