De la buena imagen a la mala imagen

Esta obra es un clásico, pero también es uno de los libros más desconocidos y malinterpretados de la historia de la literatura mundial. Para constatar esto, sólo tenemos que fijarnos en los términos “maquiavelismo´´ o “maquiavélico´´ y el sentido negativo que en todas las lenguas se les da. La obra y sobre todo el autor han calado en todas las sociedades, aún perdurable.

La imagen y valoración positiva de la imagen de Maquiavelo perduró mientras el tratadista vivía, y todavía incluso persistió en los añores posteriores a su muerte con juicios vacilantes y subjetivos.

La condenación vendrá a posteriori por manos de la religión:

¿Pero quién es el causante de esta mala imagen? La principal causa de este desprestigio ha sido la Iglesia católica, que introdujo “El Príncipe´´ dentro del Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum o Índice de libros prohibidos en 1559, es decir, libro catalogado como pernicioso para la fe, además de ser una obra considerada con errores teológicos y morales. La Iglesia estaba en contra de las ideas maquiavélicas porque consideraba a Nicolás como un personaje que había predicho la ruina de la iglesia, e hizo a las virtudes cristianas responsables de las desgracias de Italia. A pesar de esta campaña de desprestigio no pudo impedir que surgieran numerosas impresiones y traducciones, algunas de ellas bajo nombres ficticios, en el siglo XVI y siglos posteriores.

Las obras en contra del pensamiento de Maquiavelo han sido numerosas,  destacando a autores de las mismas, como: Innocent Gentillet (hugonote francés) que publicó su Discurso contra Maquiavelo en 1576, y que posteriormente recibiría el nombre de Antimaquiavelo. Innocent fue el primero en condenar Maquiavelo por separar la política de la moralidad, aunque algunas de sus recomendaciones políticas fueran ambiguas.

Otro personaje destacable fue el jesuita español Ribadeneyra, que durante el siglo XVI, llamará a Maquiavelo: “ministro de Satanás´´

También destacamos a otro jesuita, Antonio Possevino, que dirá de Nicolás en 1592, lo siguiente: “Sceleratum  satanae organum´´.

Por último destacar a Federico II de Prusia, el cual encomendó a Voltaire en 1740 que escribiera un Antimaquiavelo. A parte de todos los antimaquiavélicos mecionados, surgieron gran número de escritores y polemistas en contra del pensamiento del florentino.

A pesar de todas estas campañas, Maquiavelo sigue siendo un referente clave en pensamiento político de la Edad Moderna. Nicolás buscó en vida la gloria de escritor político, pero nunca hubiera llegado a pensar que la fuerza de su pensamiento sería capaz de gestar tanto nombre.  Su nombre, Maquiavelo, dentro de la historia del pensamiento político aprisiona en el seno misterioso de su sonido una extraña fuerza encantada.


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