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Guillermo de Orange

Guillermo de Orange

Guillermo de Orange-Nassau (en holandés Willem van Oranje-Nassau) (Dillenburg, Alemania, 24 de abril de 1533 – Delft en los Países Bajos, 10 de julio de 1584) llamado el Taciturno. Miembro de la Casa de Nassau se convirtió en Príncipe de Orange en 1544. Descontento con la falta de poder político de la nobleza local y la persecución de los protestantes holandeses por parte de las tropas españolas, se unió a la rebelión contra la Corona Española. Pronto se reveló como el más influyente y políticamente capaz de los rebeldes, convirtiéndose en el principal líder de la rebelión que desembocó en la Guerra de los Ochenta Años. Dicha guerra culminó con el reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas (precursoras de los actuales Países Bajos) en 1648. Declarado rebelde por Felipe II de España en 1580, fue finalmente asesinado por Balthasar Gérard (o ‘Gerardts’) en 1584, cuando su popularidad estaba en declive.

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Felipe II

Felipe II

 

Felipe II de Austria o Habsburgo, llamado El Prudente (Valladolid; 21 de mayo de 1527 – San Lorenzo de El Escorial; 13 de septiembre de 1598), fue rey de España10 desde el 15 de enero de 1556 hasta su muerte, de Nápoles y Sicilia desde 1554 y de Portugal y los Algarves -como Felipe I– desde 1580, realizando la tan ansiada unión dinástica que duró sesenta años. Fue asimismo rey de Inglaterra, por su matrimonio con María I de Inglaterra, entre 1554 y 1558.

Hijo y heredero de Carlos I de España e Isabel de Portugal, hermano de María de Austria y Juana de Austria, nieto por vía paterna de Juana I de Castilla y Felipe I de Castilla y de Manuel I de Portugal y María de Aragón por vía materna; murió el 13 de septiembre de 1598 a los 71 años de edad, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial, para lo cual fue traído desde Madrid en una silla-tumbona fabricada para tal fin.

Desde su muerte fue presentado por sus defensores como arquetipo de virtudes, y como un monstruo fanático y despótico por sus enemigos. Esta dicotomía entre la Leyenda Blanca o Rosa y Leyenda Negra fue favorecida por su propio accionar ya que se negó a que se publicaran biografías suyas en vida y ordenó la destrucción de su correspondencia. La historiografía anglosajona y protestante lo ha calificado como un ser fanático, despótico, criminal, imperialista y genocida minimizando sus victorias hasta lo anecdótico y magnificando sus derrotas en exceso. Basta como ejemplo la pérdida de una parte de la Armada Invencible -denominada la Grande y Felicísima Armada– debido a un fuerte temporal, que fue transformada en una victoria inglesa.

Su reinado se caracterizó por la exploración global y la expansión territorial a través del Océano Atlántico y del Océano Pacífico, llevando a la Monarquía Hispánica a ser la primera potencia de Europa y alcanzando el Imperio español su apogeo, convirtiéndolo en el primer imperio mundial ya que, por primera vez en la historia, un imperio tenía territorios en todos los continentes del planeta tierra.

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Carlos I de España

Carlos I de España o Carlos de Austria

Carlos de Austria o Habsburgo (Gante, 24 de febrero de 1500 – Monasterio de Yuste, 21 de septiembre de 1558) fue rey de España con el nombre de Carlos I (1516 -1556), el primero que unió en su persona las coronas de Castilla, Aragón y Navarra, y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V (1520-1558), llamado César, el César Carlos o Su Majestad Cesárea.

Hijo de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, y nieto por vía paterna de Maximiliano I de Austria o Habsburgo y María de Borgoña (de quienes heredó los Países Bajos, los territorios austríacos y el derecho al trono imperial) y por vía materna de los Reyes Católicos, de quienes heredó Castilla, Navarra, las Islas Canarias, las Indias, Nápoles, Sicilia y Aragón.

Su padre, Felipe “El hermoso” murió en septiembre de 1506, de forma prematura, y su madre, Juana “La loca” fue internada en el convento de Tordesillas devido a su locura. Por lo que el govierno de los Paises Bajos recayó en su abuelo, Maximiliano I de Habsburgo hasta que el joven Carlos alcanzara la mayoria de edad, aunque pronto le cedió el puesto a a su hija Margarita de Austria, junto con la tutela de Carlos y sus hermanos. Toda la educación del joven príncipe se desarrolló en Flandes y fue colmada de cultura flamenca.

El 5 de enero de 1515, después de que Guillermo de Croy consiguiera que el emperador declarara la mayoría de edad de Carlos, los Estados Generales nombraron a éste Señor de los Países Bajos. De esta forma finalizó la regencia de su tía Margarita, pero el joven soberano aún no tenía voluntad propia para gobernar y el señor de Chièvres, al ser de su total confianza, manejaba todo el poder. Ese mismo año, Adriano de Utrech viajó a España para asegurarse de que Fernando el Católico no quitara a Carlos la herencia de Castilla y Aragón en favor de su hermano Fernando I de Habsburgo.

Tras el fallecimiento de su abuelo Maximiliano I de Habsburgo, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el 12 de enero de 1519, Carlos reunió en su persona los territorios procedentes de la cuádruple herencia de sus abuelos: habsburguesa (Maximiliano I), borgoñona (María de Borgoña), aragonesa (Fernando el Católico) y castellana (Isabel la Católica), aunque pocos años después renunció en su hermano Fernando los territorios de Austria.

En competencia con el rey de Francia Francisco I, lo que supuso un gasto enorme al que Carlos hizo frente buscando dinero en Castilla y en banqueros alemanes, el 23 de octubre de 1520 fue coronado rey de Romanos en Aquisgrán y tres días después fue reconocido Emperador electo del Sacro Imperio Romano Germánico. Estos asuntos en Alemania lo ausentaron de España hasta 1522.

El 24 de febrero de 1530, el mismo día de su cumpleaños, en Bolonia, Carlos fue coronado como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico por el papa Clemente VII, quien se convirtió en aliado de la causa imperial.

El ideario del emperador fue el ideal del humanismo de la Universitas Christiana, la supremacía de la autoridad imperial sobre todos los reyes de la cristiandad y la asunción de la defensa del catolicismo. Esta concepción imperial fue obra de mentes españolas como Pedro Ruiz de la Mota, Hugo de Moncada o Alfonso de Valdés.Frente a estos ideales universalistas mostraron su desacuerdo el rey francés Francisco I y el Papa. De ahí que estuviera constantemente en lucha con ambos durante su imperio.

Carlos V a caballo en Mühlberg por Tiziano.
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General La guerra de los 80 años

La guerra de los 80 años, Introducción

La guerra de los 80 años o guerra de Flandes

Bandera de la revuelta de los Países Bajos

La Guerra de los Ochenta años o Guerra de Flandes fue una guerra que enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra su soberano, el rey de España. La rebelión contra el monarca hispánico comenzó en 1568 y finalizó en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, hoy conocidas como Países Bajos. Los países que hoy se conocen como Bélgica y Luxemburgo formaban parte de las Diecisiete Provincias, pero permanecieron leales a la corona española (los territorios bajo el dominio del Obispado de Lieja no formaban parte de las Diecisiete Provincias, sino del Sacro Imperio Romano Germánico y, por tanto, no tomaron parte en la guerra).

El resultado final de la Guerra de los Ochenta años fue la independencia real de los Países Bajos tras la Paz de Westfalia; pero no está tan claro que ésta fuera la causa de la guerra. Ésta fue el resultado final de las discrepancias entre los gobernantes de la Corona Española y los ciudadanos a los que tenían que gobernar. La falta de tacto del Duque de Alba y su falta de seriedad -llegó a matar a los habitantes de una ciudad que se rindió bajo palabra de que se respetaría la vida de sus defensores- condujo a que discrepancias que tenían su origen en el calvinismo y los intereses de la nobleza holandesa derivaran en una guerra. Cuando ésta terminó, se siguió reconociendo la soberanía nominal del Rey de España, pero las provincias serían gobernadas en la práctica por un estatúder (lugarteniente neerlandés).

Las Provincias Unidas emergieron de la guerra como una potencia mundial gracias a su poderosa armada y flota mercante, y experimentaron un importante auge económico y cultural.

Para la Corona española, la independencia de las Provincias Unidas representó una gran pérdida de prestigio. El mantenimiento económico de la guerra durante un periodo tan prolongado contribuyó en gran parte a provocar las sucesivas bancarrotas de la Corona española a lo largo de los siglos XVI y XVII, y al hundimiento de la economía de España.