Intenciones

El final, en 1492, del Reino de Granada es coincidente con la aparición de importantes y trascendentales novedades que pondrán en jaque el universo medieval. Novedades en la ciencia y en la técnica, y sobre todo en el pensamiento, cuyo foco italiano se irradia por todo el occidente cristiano. Además el impacto del descubrimiento de un nuevo y extenso continente sobre las conciencias, y la responsabilidad de su gestión, que recaerá sobre un pequeño estado del suroeste europeo, Castilla.

Quizás, indagar en el final trágico del reino nazarí resulta tentador para un humanista, en tanto que símbolo o hito que define de forma nítida la ruptura entre dos mundos. Es significativo que el mismo año en que Granada “muere” “nace” un continente nuevo y virgen, dispuesto para satisfacer los apetitos y las ambiciones de un siempre insatisfecho Viejo Mundo. En la Península Ibérica el cambio es, si cave, aún más radical. La eliminación de cuajo de la cultura ancestral islámica supondrá, además, un grave problema humano que afectará a los siglos posteriores.

Como ya se puede sospechar este blog no va a ser de historia contada al uso; será la historia contada por un humanista, que sin renunciar al rigor de las ciencias históricas intentará ofrecer una visión, no sé si original, pero si particular, de un tiempo ya remoto, pero no perdido absolutamente. Nuestras señas de identidad se forjaron en aquella época (y en otras) a pesar de los intentos durante siglos de ocultar sus huellas. En mayor o menor medida somos los descendientes biológicos de aquellos seres humanos que poblaron Al-Andalus. Es cierto que hemos renegado de su herencia aunque no nos podíamos permitir el lujo; pero nuestro empeño ha sido en vano. No voy ha hacer aquí inventario de cuanto nuestro ya lo era de ellos. Quien quiera puede hacerlo, no le resultara difícil seguir el rastro.

La historiografía actual nos muestra que las sociedades cristianas y musulmanas no fueron tan impermeables. La frontera que separaba Castilla del Reino de Granada (Banda Morisca) era sobre todo un lugar de contacto humano. Más que barrera, piel, una doble piel que separaba y al tiempo unía, pues difícilmente lo artificial puede contener el torrente humano de pasiones.

Este es un texto apasionado, quiero decir subjetivo ( no veo a un humanista de otro modo). No es un texto sesudo, ni concienzudo. La selección de los temas y su tratamiento se verán irremisiblemente afectados por estas cuestiones (para que todo quede en casa, añado algunas ilustraciones que he realizado para la ocasión y he firmado como Suso Varea).

En fin, propongo una mirada, si se quiere romántica, o si se quiere crítica. Veremos entonces que en el primer supuesto la literatura y el arte no nos defraudarán. En el segundo caso comprobaremos la superioridad de la cultura en general de Al-Ándalus, sobre el resto de los reinos cristianos europeos y peninsulares.

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