El poder de la Iglesia en la Edad Moderna

Si durante la Edad Moderna, la Monarquía se había propuesto como uno de sus objetivos el control de la Iglesia y de sus poderes, ésta no había sido una empresa en vano, ya que la organización de la institución eclesiástica en este momento estaba mejor desarrollada que la del reciente nacido “Estado”, y su influencia era considerable. No había rincón que escapase a su presencia y a su organización en arzobispados (cinco en Castilla y tres en Aragón), en unos cincuenta obispados con sus correspondientes parroquias, etc. Así, a finales del siglo XVI en España había aproximadamente 40.000 clérigos seculares y 50.000 frailes y monjas (clero regular) repartidos en monasterios y conventos.

Este mapa nos puede ayudar a hacernos una idea de la riqueza material que poseía la Iglesia y la multitud de poder que llegaría a ostentar.

El poder del clero era muy notable y relevante en la sociedad de este periodo. El clero era el señor de la vida y de la muerte; de la salvación o de la condenación eternas; regulador de las fiestas; dominante del espacio en las ciudades por sus catedrales, monasterios e iglesias; mecenas de las artes y de las letras; y señor, prácticamente, de la opinión pública, debido a la influencia que ejercían los sermones sobre una sociedad que era mayoritariamente analfabeta y que creía todo lo que escuchaba.

Y de todo esto puede deducirse el empeño que pondrían los monarcas para hacerse con el dominio de la Iglesia y de sus poderes, pues de esta forma mermarían la influencia de ésta y así aumentarían la suya propia. Lograron en buena parte su objetivo gracias a la ideología regalista (de la que hablaremos más adelante con más profundidad) y al título que lograron y ejercieron, el del patronato real (en el que también nos centraremos en otra entrada más detenidamente), construyendo algo así como una Iglesia “nacional”.

Un ejemplo que ilustraría el vasto dominio y la gran supremacía de la Iglesia en el siglo XV es la diócesis de Toledo. Ella, como otras sedes episcopales de la cristiandad, consiguió especial preeminencia administrativa, convirtiéndose en Primada de Hispania y cabeza de una extensa metrópoli. Su catedral, obispos y cabildo jugaron un papel importante en el ámbito de la política, desde su privilegiada plataforma eclesiástica.


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