Expresión es un término tanto retórico como estético cuyo concepto posee varios planos de determinación o valor. Es preciso indicar que su plano más general es lingüístico y refiere una cierta unidad reducida de habla (una palabra, un sintagma) o de otra manifestación no lingüística, sobre todo gestual o fisiognómica. Asimismo se utiliza para la distinción de ‘expresión oral’ y ‘expresión escrita’. También puede referir figuradamente manifestaciones no humanas sino biológicas o naturales…
En Retórica y Poética, asimiladamente en Crítica literaria, ‘expresión’ posee un valor muy subrayable pues señala rasgos de valor no meramente lingüístico en cuanto expresividad o capacidad expresiva, si bien no constituye una categoría específica dentro de la taxonomía. Ciertamente, en el campo de la crítica adscribible a la corriente del siglo XX denominada Estilística adquirió un grado de especialización notable, en alguna ocasión muy formalizado (Carlos Bousoño, Teoría de la expresión poética, Madrid, Gredos). Esto es parejamente extensible a la generalidad de las artes.
En tanto concepto filosófico, ‘expresión’ posee valor general y valor estético. En sentido estético, ‘expresión’ arranca terminológicamente como exprimir (lat. exprimere) superando en la obra de Gracián (ed. Emilio Blanco, Madrid, Cátedra) los límite retórico-elocutivos (P. Aullón de Haro, La ideación barroca, Madrid, Casimiro; también para lo que sigue). Es en el siglo XVIII cuando comienza su establecimiento en el debate estético, por una parte en tanto criterio general relativo a modos de expresión (Kant, Crítica del Juicio, ed. M. García Morente), pero no inicia su acceso a una centralidad propia de gran categorización estética, comenzando su efectivo contrapesado frente a mímesis e inmiscuyéndose por otra parte en la tesis idealista sobre el origen del lenguaje en tanto que poesía, hasta la obra de Antonio Eximeno (Del origen y reglas de la Música, ed. Alberto Hernández Mateos) donde adquiere nitidez teórica estética mediante la conexión instinto-expresión, relación que como es evidente abre definitivamente el paso a la ecuacional intuición-expresión de Benedetto Croce (Estética como ciencia de la expresión y lingüística general, ed. de P. Aullón de Haro y J. García Gabaldón) a principios del siglo XX.
A mediados del siglo XIX, la matriz de la estética española (Milá y Fontanals, Estética y teoría literaria, ed. de P. Aullón de Haro) integraba la expresión en un inteligente tejido teórico que nunca disocia o quiebra el curso que conduce de la Estética a la Ciencia literaria.
En la Estética de Croce, como revela el título de la obra, expresión desempeña un lugar excepcional que, por demás, se extiende al conjunto de las artes aparte de concebir el núcleo de la ciencia lingüística sobre la base de la identidad de lenguaje y poesía, siguiendo la tradición de Vico. Croce eleva, pues, expresión a la categoría estética al tiempo que la vincula como concepto asimismo central de la Lingüística, esto es de la Filología. Se trata de una función tanto inicial como cenital de categoría estética, categoria central y única en su plano fundamental, como principio, y valor, cabría añadir. Es relegada así la serie estética categorial tradicionalmente establecida, con centro en lo Bello, al ámbito psicológico.
El pensamiento estético hispanoamericano (Henriquez Ureña; sobre todo Lezama Lima, La expresión americana), prosigue la tradición enraizada en Gracián conducente, en lo fundamental, al Neobarroco.
Deja un comentario