«Estos días de primavera en Denia he navegado otra vez, aunque brevemente, sobre el mismo mar de dulzura. Ha soplado un poco de norte y todo el azul era limpio…
Debo decir que en esta ocasión he navegado sobre estas dulces e idénticas aguas con el corazón acongojado. Hace poco murió un buen amigo que amarraba su barco junto al mío…
Él era una viejo gozador de la vida, de los placeres profundos y sencillos. Médico republicano, exiliado… (querido Nolín, buen amigo)
Amaba la naturaleza y la memoria de los tiempos felices.
Mientras mantenga una ilusión de felicidad o conserve una esperanza de belleza seguiré navegando este espacio azul al mediodía, y cuando la bonanza alcance la cúspide de la perfección o las rachas de viento que se precipitan desde el cabo agiten de forma inhóspita mi velero, siempre pensaré en nuestra amistad, que las aguas diluyeron para siempre. También a mí un día el Mediterráneo me acogerá el cuerpo y yo no seré sino agua azul unida a la breve memoria en la mente de los seres que me amaron.»
Manuel Vicent, Amigo, El País, 21 de abril de 1987.