«Qué desastre. La gente dice “te quiero” y eso es lo más gracioso que se le ocurre. Los libros, las fotonovelas y esos actores que lloran tan bien han arrebatado a la relación amorosa su componente picaresco y festivo, la han convertido en algo trascendental y trágico, cuando esto en realidad es mucho más entretenido.
Y claro, con tanta tragedia, así nos ponen los huevos las gallinas: frases profundas, serias, frases eternas, declaraciones aburridas. Ese camino, cuando las cosas se tuercen, acaba en suicidios, crímenes pasionales, depresiones, alcoholismos, o, en el mejor de los casos, repoblación de los conventos.
(…)
Más nos valiera recuperar la deportividad y el buen humor, trivializar las pasiones, hacer chistes, hombre, siquiera sea como preparación al parto. Al final se acaba fácilmente entre lágrimas, porque en el fondo sentidos sí somos, pero, caramba, no se puede llegar a eso habiendo cogido carrerilla.
Ánimo. Si el amor no fuese todavía correspondido, hagamos un confiado homenaje a la palabra todavía. Y cuando llegue la despedida, a sobreponerse con optimismo: – Ojalá nos veamos pronto. Y si no nos vemos, que sea por falta de luz.»
Alex Grijelmo, Amor con risa, El País, 16 de agosto de 1986.