«La felicidad es una aparición fantasmagórica, tétrica, como el espectro de un ente muerto. Debería asustarnos. Aterrarnos. Sobreviene siempre en forma de recuerdo, cuando ha dejado de existir y ya es demasiado tarde para revivirla. Es incompatible con el presente, inviable, imposible. Ahora mismo me condenaría a los infiernos por regresar al pasado para discutir de nuevo… y sentir el peso de su enfado, la violencia expresa de su vocabulario o el fulgor de la ira en su gesto. Me sometería a su dictadura doméstica y me convertiría en su exclavo. Haría lo que fuera por recuperarla y devolvérsela… » (a sus hijos).
Joaquín Berges, Vive como puedas, Tusquets, 266.