«Creo que las dos nos sentíamos inmensamente felices de ser libres de las cadenas de los hombres. Ambas sabíamos qué era estar encadenada a uno, y qué partes de nosotros habían muerto poco a poco por ello. En algún momento creí que lo que quería era poseer a Din, y ser poseída por él, pero ahora comprendía que eso hubiese destruido nuestro amor. No quería a Din por esposo y naufragar con él en las inevitables aguas del resentimiento y el odio silencioso. No quería pasar con Din lo que ya había vivido con Peter. Aquello que creía desear, me habría garantizado el fin del deseo.» (406)
Belinda Starling, La encuadernadora de libros prohibidos.