Desasosiego cósmico

 

«Muchas tardes, ante la inmovilidad y el silencio de la Naturaleza, perdían el sentido del tiempo y la noche se les echaba encima. La bóveda del firmamento iba poblándose de estrellas y Roque, el Moñigo, se sobrecogía bajo una especie de pánico astral. Era en estos casos, de noche y lejos del mundo, cuando a Roque, el Moñigo, se le ocurrían ideas inverosímiles, pensamientos que normalmente no le inquietaban.
Dijo una vez:
– Mochuelo, ¿es posible que si cae una estrella de esas no llegue nunca al fondo?
Daniel, el Mochuelo, miró a su amigo, sin comprenderle.
– No sé lo que me quieres decir – respondió.
El Mochuelo luchaba con su deficiencia de expresión. Accionó repetidamente con las manos, y, al fin, dijo:
– Las estrellas están en el aire, ¿no es eso?
– Eso.
– Y la Tierra está también en el aire como otra estrella, ¿verdad?, añadió.
– Sí, al menos eso dice el maestro.
Bueno, pues eso es lo que te digo. Si una estrella se cae y no choca con la Tierra ni con otra estrella, ¿no llega nunca al fondo? ¿Es que ese aire que las rodea no se acaba nunca?
Daniel, el Mochuelo, se quedó pensativo un instante. Empezaba a dominarle también a a él un indefinible desasosiego cósmico. La voz surgió de su garganta indecisa y aguda como un lamento.
– Moñigo.
– ¿Qué?
– No me hagas esas preguntas; me mareo.
– ¿Te mareas o te asustas?
– Puede que las dos cosas -admitió.
Rió, entrecortadamente, el Moñigo.
– Voy a decirte una cosa -dijo luego.
– ¿Qué?
– También a mí me dan miedo las estrellas, y todas esas cosas que no se abarcan o no se acaban nunca. Pero no se lo digas a nadie ¿oyes?…» (28)

Miguel Delibes, El camino.


Posted

in

by

Tags: