Torquemada contra los judíos

El proyecto de expulsión de los judíos iba tomando forma y en 1483 cristalizó en un decreto sobre el destierro de los judíos andaluces que no llegó a ver la luz. Además de motivos políticos, el propio Torquemada exponía su preocupación por el daño que causaba a la fe cristiana la comunicación con los judíos, sobre todo a los cristianos nuevos, de creencias todavía vacilantes[1].

Que fray Tomás de Torquemada intervino nos parece fuera de toda duda, pero no se le puede presentar como el encargado de que se tomaran las medidas más drásticas para detener el avance de la heterodoxia, ni tampoco como el inspirador de la Inquisición[2].

En cualquier caso, desde su importante cargo al frente del Santo Oficio su intervención ante el problema judío fue notoria. En un memorial enviado a la reina el fraile dominico reveló su posición respecto al problema judío:

“Lo cuarto que porque es mucho prohibid que los judíos no tengan entre los cristianos oficios públicos ni los reyes non los vendan sus rentas salvo con muy estrechas condiciones las cuales non se guardan que vuestra alteza debe mandar que a ningún judío sean dadas rentas reales y muy menos tantas porque es gran pecado y mengua de nuestra fe y si por la bondat de (tachado) se les diera alguna renta sea con condición que ellos non las den a otros judíos (…)”[3].

En este punto observamos como Torquemada sugería a los monarcas la prohibición de que los judíos ascendieran ocupando cargos públicos y de que precibieran rentas reales con la intención de limitarlos social, política y económicamente. A continuación –en el quinto tema- parece que iba creando el caldo de cultivo necesario para lograr la expulsión de esta comunidad:

“Lo quinto que vuestra alteza debe dar como con generales penas en todos vuestros reinos que los judíos y moros so generales penas sean apartados y non vivan entre los cristianos y que traigan sus señales por donde sean conocidos y que ningún judío ni moro nontraiga sede mas que se vista según su estado y condición requiere y sin la dicha seda ni grana ni chamelote ni cosa dorada”.[4]

Así pues, es muy probable que, al conocer en profundidad el problema de los conversos desde la dirección del Tribunal, el inquisidor propusiera a los reyes o secundase la necesidad de expulsar a los judíos[5].

Aitana Morales Trócoli

[2] Centro de estudios inquisitoriales. Inquisición Española.  Nuevas aproximaciones,  Ediciones Nájera, Madrid , 1987, p. 36

[3] Ibídem, p. 37

[4] Ibídem  loc. cit.

[5] Ibídem, p. 38