Trabajó para la realeza de Polonia, para tres reyes diferentes, Alejandro I, Segismundo I el Viejo y Segismundo II Augusto, todos pertenecientes a la familia Jagellón. A simple vista, realizó la simple labor de bufón real para ellos, pero fue el mejor que hubo en Polonia, porque aparte de ofrecer entretenimiento, fue un gran consejero, estratega y filósofo y visionario político. Siempre desde el humor y la jocosidad, trató los temas que convenían a Polonia, para que sus contemporáneos los tuviesen siempre en cuenta, aportando sus ideas y soluciones.
Fue un personaje muy venerado por los artistas, escritores e historiadores polacos, retratado durante siglos como símbolo de la independencia de Polonia, de la picaresca, etc.