La isla Tortuga, situada en la costa occidental de la actual Haití (antigua “La Española”, colonia hispana), fue durante muchos años bastión de aquellos piratas sin ley que abordaban todo barco, especialmente español, en busca de botín.
La Tortuga, así como otras islas caribeñas fueron la clave para defender el comercio procedente de España y para afianzar las posesiones en el nuevo continente; desgraciadamente, las autoridades no supieron reconocerlo a tiempo. Uno de los errores cometidos en el tiempo del colonialismo español en América fue el de no asegurar nuestras posesiones insulares en el Caribe, sin advertir su importancia.
El primer asentamiento español en islas antillanas tuvo lugar en la de San Cristóbal. Desde entonces, las demás potencias comenzaron a ocupar el resto de islas. A partir de 1625 los británicos se adueñaron con la necesaria fortificación en varias islas. También Francia, Holanda e incluso Dinamarca se asentarían en las diferentes islas caribeñas.
Por desgracia, España no supo advertir a tiempo la privilegiada situación de esas islas (sobretodo ahora que estaban en su mayoría en poder extranjero).
En la isla Tortuga la situación llegó a ser alarmante y peligrosa, pues los bucaneros que allí se instalaron, lejos de contentarse con las reses que mataban en la vecina costa de la Española, decidieron a atacar a los colonos allí establecidos. Tal fue el peligro, que el rey Felipe III ordenó en 1603 que los pobladores españoles se concentraran en la costa oriental, especialmente en Santo Domingo, abandonando la costa de la Tierra Grande, que se encontraba en frente a la isla de los piratas. Este hecho fue aprovechado por bucaneros y filibusteros para poner pie en gran parte de la costa noroccidental de la Española. Francia supo ver la oportunidad que se le presentaba y decidió tomar una parte importante de la isla y no abandonarla jamás.
La Tortuga fue recuperada por la armada de Don Fadrique de Toledo en 1629, pero solo consiguió avivar la atención de los vencidos, que la retomaron rápidamente.
Ya en 1640, el francés La Vasseur comienza la colonización de la isla Tortuga y poco después de la parte occidental de la Española. Iniciaron el cultivo del tabaco y la caña de azúcar, además de aprovechar la mucha carne y el lucrativo contrabando. Se estableció en este tiempo la isla Tortuga como base permanente de bucaneros y excelente refugio para todos aquellos que atacaban nuestro comercio marítimo.
La isla Tortuga cambiará de manos alternativamente a lo largo del siglo, pero el dominio francés quedará asegurado en 1697.
El principal peligro para el comercio marítimo español en aguas del Caribe en el siglo XVII estuvo representado por buques de los llamados “Cofradía de los Hermanos de la Costa”, conjunto de hombres de diferentes nacionalidades que a sí mismos se denominarían libertarios. A primeros de siglo, estarían establecidos en la costa norte de la Española, pero en 1620 serían atacados y vencidos por tropas españolas. Los supervivientes llegaron a Tortuga y se establecieron allí de forma permanente.
Tortuga era una tierra donde se vivía en libertad, sin prejuicios de nacionalidad o religión, sin idioma común ni propiedad individual referida a la tierra. Los hombres vivían sin actividades obligatorias, sin códigos ni tributos. Se decían libres de toda tiranía y escogían a un capitán o gobernador para que los mandara cuando la situación así lo exigía y además por votación entre ellos. Sin embargo, a finales del siglo XVII, las potencias coloniales dieron fin a esta experiencia de libertad.
La isla Tortuga será víctima de un gran vaivén durante el siglo XVII: controlada de forma inestable por los franceses, reconquistada por españoles en el 1654, pasará a manos inglesas para ser entregada más tarde al francés Jeremie Deschamps de forma amistosa en 1659. Cinco años más tarde la venderá a la Compañía Francesa de las Indias Occidentales. En 1674 se disuelve la Compañía y sus posesiones pasarán a la Corona francesa. Cabe destacar que bajo el mandato del gobernador francés D’Ogeron, tendrá lugar la edad de oro del filibustero contra los buques españoles.
Los problemas y cambios continuarían durante el siglo XVIII hasta convertirse en patrimonio de familias nobles o adineradas.
Fuentes consultadas:
-R.ABELLA. “Los halcones de mar. La gran aventura de la piratería”.
-L.DELGADO. “La Tortuga. Isla de corsarios y piratas”. Historia de Iberia Vieja nº 19