Categories
Aventuras y leyendas

La vida a bordo

barco

La vida de un pirata no era fácil.

El pirata pasaba la mayor parte de su vida en la mar, sobre un barco, por ello, vamos a explicar brevemente en qué consistía esta dura vida marítima.

Comencemos pues nombrando los posibles “cargos” que existirían en un barco pirata: para empezar, obviamente tendríamos al capitán, quien daría las órdenes y a quien todos obedecen. Por supuesto tenía otras ventajas, como por ejemplo: en el reparto del botín, tenía preferencia.

El”segundo de a bordo sería el “quatermaster”, quien se encargaría de diversas funciones, desde la salvaguarda del botín al mantenimiento de la disciplina (aplicando diferentes tipos de castigos).

Otros cargos serían por ejemplo el “nostramo”, con experiencia en la navegación y a cuyo cargo estarían palos, velas, vergas y jarcias. El artillero, responsable del ciudado de los cañones, de la munición y de la vigilancia de la armería. Por último, pero no menos importante, el cirujano, responsable de esas patas de palo o garfios tan típicamente piratas.

El cocinero y marmitón cuidaba de la cocina y los ahumados, dieta que se alternaba con el abadejo y demás pescado fresco.

La parte que le tocaba al resto no era precisamente “pegarse la gran vida”, pues el trabajo a bordo era constante (tensando las drizas, apretando los estays, arreglando las lonas estropeadas, achicando el agua embarcada, reforzando los cabestrantes…). Por otra parte, el dormir en litera era un lujo solo accesible al capitán o a sus segundos, los demás se tumbaban sobre esteras o en cualquier rincón recogido y seco que pudieran encontrar.

Casi todos los piratas eran marinos que habían servido en barcos mercantes o en armadas reales y decidían convertirse en filibusteros al encontrarse de repente sin ocupación. El salto a la piratería se daba a veces por un motín o al ser capturado por piratas, en cuyas tripulaciones muchos se enrolaban voluntariamente y otros a la fuerza.

En una embarcación toda hecha de madera, arreglada y rejuntada con pez y alquitrán, existía a bordo un gran peligro: el fuego. Si el barco prendía, ya podían salir nadando bien lejos del lugar. Por esa razón, el fogón de la cocina se realizaba sobre piedras y se rodeaba con un enladrillado.

El barco pirata estaba continuamente a merced del oleaje y de la mar profunda, por ello, los riesgos del “mal del mar” no perdonaban ni al más experto marinero. De hecho, los desastres marítimos sufridos por las naves piratas fueron incontables.

La organización de la vida pirata se asentaba en un principio sobre bases democráticas (recordemos que por ejemplo el pirata Misson llegó a crear un estado pirata en el que los postulados de libertad, igualdad y fraternidad se hicieron efectivos medio siglo antes de la Revolución Francesa), sin embargo, la sensación de libertad que proporcionaba este tipo de vida no sujeto a ninguna ley (en principio), era propensa a degenerar en anarquía. Aunque la gran mayoría de veces, unos latigazos solucionaban el problema. El sistema de votación resolvía cualquier diferencia, la mayoría imponía su criterio (incluso tenían el poder para deponer al capitán pirata si, a su juicio, no reunía las condiciones requeridas). Este sistema se aplicaba incluso a ladrones, asesinos y delatores de sus propios compañeros. Aquellos que osaran desertar y denunciar a sus antiguos compañeros serían perseguidos sin piedad. A los soplones se les aplicaba el “marooning”, que consistía en abandonarlos en una isla desierta sin más provisión que una botella de agua, una de pólvora y un arma. A asesinos, delatores o ladrones (de su preciado botín) algunos piratas les imponían un castigo muy de moda en la época: cortarles la nariz y las orejas.

Una típica imagen que solemos tener de un pirata es con una botella de ron en la mano o bien cantando una canción sobre cualquier tipo de bebida alcocholica. Lo cierto es que el alcohol tenía una enorme importancia a bordo, y la falta de éste era causa de  motines y alteraciones. De hecho, el casi permanente estado de embriaguez de los piratas hacía que en ocasiones se vieran absolutamente incapaces de defenderse ante un ataque. Para demostrar la importancia del alcohol citaré un fragmento del diario de a bordo del capitán Teach (también conocido como Barbanegra):

“1718. El ron, agotado. La tripulación un poco sobria. Una maldita confusión entre nosotros. Síntomas de motín. Todo el mundo habla de separarse. Yo pongo toda mi urgencia en cazar botín. Por fin saqueamos un barco con un gran cargamento de licor; de este modo la tripulación ha entrado en calor; están borrachos; las cosas han vuelto otra vez a su cauce.”

Barco Pirata

Fuentes consultadas:
R. ABELLA. “Los Halcones del Mar. La gran aventura de la piratería.