El día empezó con el abrazo que Vigdis Palsdottir (Vika) nos da cada mañana. Si no fuera por su pelo rubio, sus ojos azules y sus casi dos metros, esa vikinga, como ella misma se define, podría pasar por española.
Hoy tocaba día de sociedad y democracia islandesas. Aunque parezca mentira, aquí esto se hace realidad en los baños termales. Sin embargo, los islandeses no suelen ir a la turística Laguna Azul, sino a piscinas como la del barrio de Vesturbaejarlaug, que nosotros visitamos Entre las 6:30 y las 22:00, los reykjavikenses se reúnen en pequeños grupos dentro de piscinas de 36 a 40 grados y discuten sobre la situación política y social, y sobre su participación en la vida pública. Nosotros fuimos testigos de una de esas reuniones, aunque participar no estuvo a nuestro alcance. Eso sí, algunas tuvieron conversaciones con otros bañistas, que hubieran podido prolongarse si no hubiéramos tenido un tiempo tan limitado. Os dejamos instrucciones para que conozcáis el protocolo. A nosotras nos dejó muy relajadas.
Después del baño, Hans y Solveig nos esperaban con un magnífico desayuno y con una charla en la que, esta vez, sí íbamos a poder participar. Para entrar en casa fue necesario quitarse los zapatos, y comprobamos, como podéis ver, que todos llevaban los calcetines bien limpios. Hablamos sobre tradiciones, como la de los Yule lads, unos hermanos que van robando objetos de las casas los trece días previos a la Navidad. Curiosamente, como estos malvados hermanos han tenido que competir con Papá Noel, han acabado haciéndose buenos. Es lo que tiene la competencia. Un último detalle: a quien se porta mal, le traen una patata.
Continuamos el programa con la visita a Hólavallagarður, otra ruta diseñada por la U3A Reykjavik. Este cementerio es el mayor del siglo XIX en Islandia, y ha conservado las cruces y monumentos de hierro que en la mayoría de los camposantos europeos fueron desmantelados y fundidos para la producción de municiones durante las guerras del siglo XX.
El Museo Perlan ha sido el tema de nuestro programa durante toda la tarde. Observar todos los fenómenos de la naturaleza en ocho días es imposible, pero gracias a las recreaciones que aquí se ofrecen, hemos presenciado auroras boreales, terremotos o erupciones volcánicas. Lo más impactante ha sido la cueva de hielo, construida con 350 toneladas de nieve, o más bien los 15 grados bajo cero que nos han hecho ser conscientes de la suerte que estamos teniendo con el tiempo.