La base del color de ojos de Joanneta es azul y gris, pero, como dijo hace poco Álex Alemany (el pintor valenciano) al verla: ‘¿de qué color tiene los ojos esta niña tan guapa? No sabría decirlo. Parece que todos los colores conviven en sus ojos…’ Los ojos de Joanneta lo escrutan todo. No miran, analizan el entorno para aprender constantemente. Entre elegir una empanadilla y unos garbanzos para comer ¡qué mejor que los garbanzos! hay que pincharlos uno a uno y ensayar con el tenedor varias formas aproximación. El cerebro de los bebés parece llevar a cabo constantes mecanismos de ajuste que uno puede observar a todas horas. Es como si al cerebro le hubiesen dado un juguete nuevo y probara sus componentes: ‘esta pierna va, pero ¿hasta dónde puede llegar?; estos dedos pueden coger cosas grandes y pequeñas ¿pero qué más pueden hacer?’ Con el lenguaje es lo mismo. Se ve en la fonética y en la gramática, pero, cómo no, también en la pragmática. Joanneta esta semana ha dado muestras de jugar con la mentira para conseguir objetivos concretos. Estaba intentando que durmiera la siesta -tarea harto costosa- y le pregunté después de un rato de intentos fallidos: ‘¿nono en la cuna?’ Ella respondió: ‘sí, nono cuna’. La llevé a la cuna y comenzó a llorar. ‘Cuna, no’. Joanneta sabía dónde estaba la cuna y que para ir a ese sitio había que abrir la puerta del comedor. Su objetivo era salir del comedor para jugar y no dormir la siesta. Decir que sí a la cuna era una forma de ganar tiempo o de simplemente probar una opción diferente al aburrido comedor que tenía la puerta cerrada y las ventanas bajadas. Joanneta, pues, ha aprendido que la mentira ayuda a ganar tiempo, a conseguir objetivos.