Creo que los primeros años de vida son algo así como un proceso de continuo reajuste. Se reajusta el sueño (no siempre lo rápidamente que les gustaría a los padres), se reajusta la vista (se enfoca, se adapta al medio), se reajusta el lenguaje o quizás la manera de comunicarnos. Es interesante ver cómo Joanna ensaya con las distancias. Coge la tapa de un boli, acerca el boli, falla, lo intenta otra vez, falla de nuevo y por fin acierta. Los jugueteros no hacen más que inventar juguetes tontos que gustan a los padres pero no a los niños. A los niños les gusta más el papel que el regalo. Es típico, pero es así. Deberían preguntar a los niños y ver lo que realmente quieren. Quieren un boli porque tiene un botón para abrir y cerrar, porque tiene una tapa. Quieren un mando o un móvil porque tiene botones y hace luz cuando los tocas. No quieren un móvil de mentira, porque es un juguete que no se parece nada a un móvil real. Quizás lo que quieren los niños no es lo más adecuado para ellos desde el punto de vista de la seguridad, pero creo que, a pesar de esto, los jugueteros están bastante desenfocados con respecto a sus deseos. Como cada vez que le daba un papel para que rayase, le escribía su nombre, Joanna, ahora ella a pintar lo llama [‘nãna] (<Joanna). Éste es uno de sus juguetes favoritos. Jugar a ['nãna].