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David Bowie, el gran innovador… de las finanzas.

A lo largo de su dilatada trayectoria artística, David Bowie siempre se distinguió por ser un gran innovador; le llamaban el camaleón por su asombrosa capacidad para crear tendencias musicales o hacer suyas las del momento, como la psicodelia, el glam, el punk o la música disco. Estuvo incluso en la vanguardia de otras expresiones artísticas como la moda o los videoclips.

En los rutilantes años 90, época de espectaculares operaciones financieras, Bowie seguía en plena forma, así que el camaleón se transmutó en lobo del Wall Street.

Antes de conocer la historia completa aclararemos que las finanzas hacen referencia al origen de los recursos que permiten desarrollar una actividad económica.

Todo buen emprendedor sabe que para financiarse existen dos grandes posibilidades: la financiación propia y la ajena, ambas con sus ventajas e inconvenientes, siendo lo habitual que se recurra simultáneamente a las dos, sobre todo cuando se trata de proyectos de cierta envergadura.

Si se opta por usar financiación propia, la ventaja es que no hay que devolver los fondos utilizados, aunque sí se espera que el riesgo asumido acabe proporcionando beneficios.

La financiación ajena hay que devolverla y además con intereses, normalmente son los bancos quienes la proporcionan, pero también se recurre al público en general a través de la emisión de bonos, a proveedores a través de aplazamientos de pagos, e incluso a clientes a quienes se les cobra por adelantado. La financiación ajena tiene dos ventajas a destacar: la primera es que existe una gran variedad de posibilidades como las ya mencionadas y la segunda, que se puede recurrir a ella en cuando contamos un buen proyecto pero no podemos afrontar la inversión requerida por nosotros mismos. Es necesario tener siempre en cuenta que lo habitual es que quién nos proporciona el crédito, además de los intereses, pida alguna garantía para su devolución, normalmente bienes inmuebles o un avalista solvente.

Volvamos a 1997, año en el que Bowie necesita $ 55 millones. No parece que dispusiera de esos fondos en efectivo ya que recurrió a la financiación ajena. Pues bien, entre las diferentes posibilidades eligió la emisión de unos bonos a 10 años a los que denominó “Bonos Bowie”. ¿Y con qué garantía? Pues la de lo más valioso que tenía entonces, sus canciones, concretamente las de 25 de sus discos, ¿qué verdadero fan de Bowie no compraría sus bonos y más con el 7,9% de interés anual? Muchos pensarían, “bueno y si no recupero el dinero me quedo con parte de los derechos de Jean Genie, Rebel Rebel o Changes“. Sin duda algo genial y revolucionario que nadie había hecho antes.

Los bonos se lanzaron, pero nunca llegaron a sus fans ya que la totalidad de la emisión, calificada con grado A3 (medio superior) por la agencia Moody´s, fue adquirida por la aseguradora Prudential

Tras la operación llegó la hecatombe: irrumpieron internet, Napster, el formato MP3 y las copias ilegales de cedés; con todo ello era difícil rentabilizar el valor de las canciones así que los “Bonos Bowie” fueron degradados a la categoría Baa3, casi “bono basura”.  En esta situación lo normal hubiera sido una declaración de quiebra y la pérdida de la garantía, sin embargo, en 2004 el camaleón terminó de cumplir con los pagos, de modo que siguió conservando los derechos de sus canciones. Y entonces fue cuando se supo la causa de que Bowie necesitara $ 55 millones en 1997: los utilizó para comprar los derechos de sus primeros discos, aquellos que todavía estaban en poder de su antiguo mánager.

Por suerte o visión de futuro, los derechos musicales cobraron un nuevo auge a partir de 2008 con la llegada del “streaming”, desde entonces casi no se venden discos, pero cada vez más aficionados pagan por estos servicios, dando un nuevo impulso al mercado de la música grabada.

David Bowie, el camaleón, visionario y revolucionario hasta el final.

David Bowie: Jean Genie (1972)

Motown, la otra cadena de montaje de Detroit

Tamla Motown fue el sello discográfico más popular de los años 60 en Estados Unidos. Entre sus artistas contaba con Stevie Wonder, Jacksons 5, Marvin Gaye, Supremes, Diana Ross, Temptations y un largo etcétera. La personal forma en que Berry Gordy, fundador y propietario de la discográfica con sede en Detroit, organizó su negocio dio lugar a lo que pronto se conoció como el “sonido Motown”.

En los años 70 su éxito comenzó a decaer, pero no su influencia que llega hasta nuestros días, así que en 1988 Gordy vendió la compañia a MCA por 61 millones de dólares.

Tras el éxito de Motown encontramos grandes artistas, pero lo que la distinguió de la competencia fue un modo de organizar el negocio desconocido hasta entonces en la industria discográfica: cuando llegaba un nuevo intérprete o grupo musical, Gordy y su equipo, tras comprobar su potencial, le hacían pasar por su particular cadena de montaje formada por compositores, productores, arreglistas, músicos de sesión, estilistas e incluso coreógrafos, cual automóviles en una moderna factoría.

Tras el proceso, los artistas estaban preparados no solo para grabar discos con altos estándares de calidad, sino también para actuar en directo, acertar con su indumentaria y atender a los periodistas. Un proceso que les dotaba de un estilo propio y reconocible.

Lo que estaba haciendo la Motown era aplicar la división del trabajo a un sector en el que, dada su naturaleza, pudiera parecer contraproducente hacerlo.

Con la división del trabajo la eficiencia aumenta por tres motivos: mejora la destreza del operario, se reducen o eliminan los tiempos de cambiar de una tarea a otra y permite invertir en maquinaria especializada, lo cual aumenta la productividad.

La división del trabajo fue llevada al extremo con la cadena de montaje que comenzó a implantarse a finales del siglo XIX, siendo en la factoría de automóviles Ford de Detroit donde se aplicó con mayor éxito, convirtiéndose pronto en un referente para otras industrias en todo el mundo.

Precisamente en una cadena de montaje de Ford en Detroit es donde Berry Gordy trabajó unos meses tras fracasar en su primer negocio, una tienda de discos de jazz. De su experiencia ensamblando automóviles es, según él mismo declara en el documental “Hitsville: the making of Motown” (2019), de donde le vino la inspiración para su método de trabajo: si en Ford reciben las piezas, las modelan, las ensamblan y les dan brillo para crear un flamante nuevo automóvil, ¿Por qué no hacer lo mismo con los intérpretes de rock and roll, rithm and blues o soul?

Con esas premisas es como Gordy fundó Tamla Motown donde además compuso algunos de los primeros superventas de la compañía como “Money (that´s what I want)” versioneado incluso por The Beatles. Sin embargo Gordy, siempre a la búsqueda de la especialización y la excelencia, pronto incorporó a la plantilla a Smokey Robinson y al trio Holland-Dozier-Holland, compositores que demostraron ser auténticas máquinas de producir éxitos… en cadena.

https://es.wikipedia.org/wiki/Motown

Fleetwood Mac, un modelo para la gestión de recursos humanos

Fleewood Mac cuenta con más de 50 años de trayectoria. En todo este tiempo tan solo los fundadores Mike Fleetwood a la batería y John McVie al bajo han permanecido en el grupo. Por ello resulta sorprendente al buscar en los créditos de los discos, que sólo en contadas ocasiones encontremos la firma de alguno de los fundadores del grupo, quienes además ocupan los dos puestos que suelen ser menos visibles en una banda de rock: bajo y batería.

Fleetwood Mac nació en 1967 y después de casi una década en activo se había ganado un merecido prestigio, pero los líderes debieron darse cuenta de que produciendo “blues blanco” nunca llegarían al gran público. Como dicen en las escuelas de negocios, “si haces lo de siempre, tendrás los resultados de siempre”.

Así que en 1975 John y Mike, como cualquier emprendedor buscaron decididamente el éxito, probablemente renunciando a sus gustos musicales originales; para ello renovaron el grupo contratando a tres nuevos cantantes y compositores: Cristie McVie, Steve Nicks y Lindsey Buckingham. De ese modo pasaron de ser una banda de blues con mucho renombre pero pocos ingresos a convertirse en uno de los grandes fenómenos mundiales de la música rock, llegando a vender decenas de millones de copias de sus tres LPs clásicos: “Fleetwood Mac” (1975), “Rumours” (1977) y “Tango in the night” (1987), en una época en la que la principal fuente de ingresos para los grupos musicales era la venta de discos.

      El caso de Fleetwood Mac es modélico desde el punto de vista de gestión de recursos humanos y una lección para emprendedores de cualquier sector: el ego de los artistas de rock a menudo frena el talento de sus colaboradores. Sin embargo Mike y John actuaron más como gestores de un negocio que como artistas; no dudaron en reinventar la banda para emprender una nueva etapa, cambiando más de medio grupo y poniendo en manos de los recién llegados tareas fundamentales:  las voces, las guitarras y la composición. Gestionando bien los recursos humanos cumplieron una función primordial en cualquier negocio:  delegar las tareas que otros hacen mejor que tú. Era lo que necesitaban y el resultado fue un éxito artístico y comercial sin precedentes.

En la actualidad el grupo con su formación clásica sigue en activo y sus ingresos se reparten entre escuchas en “streaming”, reediciones en formato físico de sus producciones más populares y actuaciones en directo.

Fleetwood Mac en directo (1977)

La pregunta que nunca deberías hacer a tus clientes, salvo que seas una estrella del rock

Entre la gran cantidad de información que se necesita para manejar cualquier negocio, hay un dato vital que los emprendedores deben conocer: hasta cuanto están dispuestos los clientes a pagar por nuestro producto o servicio.

Ese dato permite, por ejemplo a Starbucks, cobrar hasta 3 y 4 veces más por sus cafés que la competencia y pagar alquileres que pocos pueden permitirse.

Conocer esta información puede costar mucho tiempo y dinero; sin embargo sir Mick Jagger, antiguo estudiante de la London School of Economics, no acostumbra perder ni una cosa ni la otra y así, en el inicio de una de las últimas giras de The Rolling Stones, medio en serio medio en broma, se lo preguntó directamente al público “¿hasta cuanto estaríais dispuestos a pagar por seguir viéndonos?”, gracioso ¿verdad?, sobre todo si la pregunta te la hacen tras interpretar  “Jumpin Jack Flash” o “Brown Sugar” por ejemplo.

Los Rolling Stones cobraron en sus últimas giras unos 5 millones de dólares por actuación: quiere decir que al menos eso es lo que sus clientes están dispuestos a pagar, pero este dato no lo conocen por su público, claro, “a ti te lo vamos a decir” pensarán sus fans. ¿Cómo fijan entonces su caché?

Dejemos que lo explique su socio Keith Richards : “La cosa es así, los Stones decimos que vamos a salir de gira y a partir de ahí los promotores nos hacen ofertas; comparamos y elegimos, eso es todo”. O sea, subastan sus servicios, una excelente forma de conocer esa información vital. Ellos pueden hacerlo porque tienen un notable poder de monopolio y por tanto la capacidad de elegir entre fijar los precios o fijar el número de conciertos, algo que muy pocos tienen a su alcance.

Para su recién anunciada próxima gira “No Filter Tour 2021”, los Rolling necesitaban por acuerdo con su compañía aseguradora un descanso mínimo de 3 días entre un concierto y el siguiente, algo comprensible dado que los componentes del grupo superaron hace lustros la edad de jubilación. En estas condiciones era factible firmar 13 conciertos en Estados Unidos en otoño de 2021.

A continuación la pugna entre promotores es la que fija los precios de los conciertos, como ya hemos mencionado, unos 5 millones de dólares por show.

De este modo es cómo las estrellas del rock y en general cualquier empresa con cierto poder de monopolio conocen esa información vital que les permite saber hasta cuánto están dispuestos a pagar sus clientes y establecer sus precios.