La enorme capacidad del Imperio otomano por mar se debió especialmente a la toma de Constantinopla. Allí el Turco mejoró su infraestructura naval debido al uso de sus muelles y arsenales, y a la obtención de la madera de las selvas cercanas al Mar Negro. De este modo, el Imperio otomano se convirtió en la primera potencia naval del Mediterráneo, haciéndole imposible el gobierno a Carlos I. Además, la ayuda de Barbarroja fue clave, aunque, tras su muerte, el pirata Dragut siguió su misión de apoyo al sultán y de hostilidad a las costas españolas.
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