La enorme capacidad del Imperio otomano por mar se debió especialmente a la toma de Constantinopla. Allí el Turco mejoró su infraestructura naval debido al uso de sus muelles y arsenales, y a la obtención de la madera de las selvas cercanas al Mar Negro. De este modo, el Imperio otomano se convirtió en la primera potencia naval del Mediterráneo, haciéndole imposible el gobierno a Carlos I. Además, la ayuda de Barbarroja fue clave, aunque, tras su muerte, el pirata Dragut siguió su misión de apoyo al sultán y de hostilidad a las costas españolas.
Category: Estrategias
Naves
Una de las grandes ventajas de Barbarroja fue ser poseedor de barcos ligeros y rápidos, frente a las pesadas y lentas naves cristianas. Además, eran los propios esclavos cristianos los que impulsaban las naves turcas.
Méritos
Los Barbarroja (Aruj y Hayreddín) se dedicaban a transportar a los mudéjares desde el sur de España, antigua Al-Andalus o Reino de Granada, “reconquistado” ya por los cristianos, al norte de África. En realidad, esta actuación suponía una estrategia, pues ambos se ganaban así el apoyo de muchos musulmanes.
Ingenioso
Barbarroja, además de ser un hombre cruel y despiadado, también era muy ingenioso en el combate. En una ocasión, cuando Túnez fue tomada por el ejercito cristiano dirigido por el rey Carlos I, ideó una huída digna de un genio: de Túnez se dirigió a la ciudad de Bona, donde había dejado sus barcos, pero sus enemigos le pisaban los talones; Hayreddín ya había pensado en esto y ordenó a sus hombres que sumergiesen la flota. Cuando los cristianos llegaron al puerto de Bona vieron que estaba vacío, pero el pirata los reflotó y huyó a Argel, dejando a sus enemigos con la boca abierta.
Expansión del Imperio otomano
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Cruel corsario
Todo el mediterráneo temía a Hayreddín Barbarroja, incluso los propios turcos. Algunos cronistas otomanos cuentan que las madres mencionaban su nombre para que los niños dejaran de llorar. Barbarroja tendía emboscadas en los puertos cristianos colgando en su barco la bandera del rey español. Pero los que más sufrían su furia eran los cristianos capturados. Cuenta la leyenda que, en una zona llana del campo de Argel, Barbarroja mandaba a los suyos a excavar hoyos bastante hondos, en los que metía a los prisioneros españoles vivos; les dejaba los brazos y la cabeza fuera de la tierra, y hacía pasar por encima a aquellos que fuesen a caballo.