La piratería es una práctica muy antigua de bandolerismo por mar, cuyos propósitos son robar, exigir rescate por personas secuestradas, esclavizar a los capturados o apoderarse de la nave a la que se ataca. Los corsarios eran otro tipo de piratas que no actuaban por su cuenta, sino que eran contratados para atacar naves de un país enemigo. Si una persona influyente ofrecía una patente de corso a un pirata, ésta suponía que no sería tratado como un ladrón, sino como un verdadero soldado de mar.
Las primeras referencias sobre la práctica de la piratería datan del siglo V a. C. y se centran en la Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico, además del mar Mediterráneo y el mar de China.
Parece ser que los antiguos egipcios consideraban piratas a los llamados Pueblos del Mar, pero, para algunos autores, estos pueblos tan sólo fueron marineros.
Los mitos griegos también han dejado huella sobre piratas clásicos. Un ejemplo de ello es Jasón y los Argonautas o Ulises/Odiseo. Estos hombres eran considerados héroes en sus países, pues la piratería todavía no tenía las connotaciones negativas que tendrá más adelante.
Para Roma los piratas constituían un gran peligro, ya que impedían el comercio marítimo al Imperio. Estos operaban primero en las costas montañosas de Cilicia y después en el Mediterráneo. Las sociedades de la época eran esclavistas, por lo que la captura de personas y su venta como esclavos era una actividad muy buscada. Pompeyo, como procónsul de los mares, acabó con los piratas de Sicilia, Italia y Cilicia.
Desde el siglo VIII d. C. los pueblos del norte, los famosos vikingos, realizaron incursiones en el mar del Norte, el Cantábrico y el Mediterráneo. Los piratas vikingos atacaron la Península en más de una ocasión, como cuando llegaron a la costa asturleonesa y se adentraron hasta La Coruña, donde Ordoño I los derrotó, o cuando el conde Gonzalo Sancho acabó con la flota del noruego Gunrod. Las leyendas cuentan que estos piratas eran los más terribles guerreros de toda Europa, pues estaban dispuestos a dar su vida en combate. Los ataques vikingos terminaron y se postulan diferentes causas: aceptaron la fe cristiana; la piratería fue solo una moda pasajera; o deseaban contactar con Europa de un modo comercial y no invadiéndolos.
Los árabes, que actuaban en el Océano Índico, abrieron la ruta que iba desde la península Arábiga a China. La zona más influida por sus ataques era el estrecho de Malaca. Un ejemplo de pirata árabe es la historia de Simbad el marino.
Roger de Flor fue un pirata ítalo-catalán, que estuvo en la última Cruzada, luchó al servicio del rey Federico II de Sicilia y fue reclutado por Andrónico II para luchar contra los turcos.
Los piratas vitalianos eran habitantes de las ciudades del mar Báltico y de algunas del mar del Norte, que se unieron alrededor del año 1.200 para controlar el comercio de la zona. Pasado el tiempo formarían la Liga Hanseática (o Hansa). Entre los miembros del grupo destacaban Gödehe Michelsen, Wigbad, y Claus Störtebekker (héroe de la cultura popular alemana).
Durante la Edad Moderna la expansión del Islam y los sultanatos turcos constituirán un problema para las potencias cristianas. Destacan los corsarios berberiscos, que consideraban la piratería a las naves cristianas como una Guerra Santa. Entre los piratas turcos sobresalen los hermanos Barbarroja (Aruj y Hayreddín).
Los piratas galos, junto con algún español, se asentaron en las islas del Caribe, entre los que sobresalen Diego Ingenios y Jacques de Sores.
En Inglaterra la actividad de corso se convirtió en un negocio reconocido: el rey Enrique VIII y después Isabel I entregaban patentes de corso a cambio de una parte del botín obtenido. Los piratas eran como comerciantes, pues compraban productos que luego vendían a los colonos. Un ejemplo de pirata/comerciante fue John Hawkins, el cual compraba especies y vendía esclavos de África, con lo cual pobló de negros africanos la zona del Caribe. Algunos otros corsarios son Woodes Rogers, Stephen Courtney (William Dampierre) y Francis Drake.
En la zona de la América hispana actuaban los aventureros conocidos como bucaneros, entre cuyas filas resalta Henry Morgan, El Olonés (o Jean-David Nau) y Laurens de Graff.
La piratería caribeña comenzó a decaer cuando el bucanero se interpretó como una degradación del pirata tradicional. Estos, durante el siglo XVII, se dedicaban a robar las riquezas que los españoles conseguían de las costas americanas. En la famosa Isla de la Tortuga se encontraba la base internacional de los bucaneros, los cuales formaron La Cofradía de los Hermanos de la Costa. Entre ellos destacan Agrammont, Pierre Legrand, Rock el Brasileño o el Capitán Bartholomew Roberts. Los filibusteros constituyeron otro tipo de piratas que realizaban sus operaciones por Cuba.
El corso fue disminuyendo porque los países comenzaron a atacar y defenderse sin tener que recurrir a los corsarios. Además, las ciudades costeras se fueron fortificando y preparando ante la posibilidad de ataques marítimos. Pero, a pesar de las dificultades, la piratería continuó ejerciéndose, como, por ejemplo, durante la guerra de independencia de Chile o de independencia de la América hispánica. Algunos de los piratas de esta época fueron John Quitman, Narciso López y William Walker.
Actualmente cuando pensamos en piratería la asociamos a países del Tercer Mundo, sobre todo Somalia, Indonesia y Malasia. La esclavitud fue abolida, por lo que los nuevos piratas no “suelen” capturar personas, sino que se dedican a robar objetos de valor a los turistas. Algunas naciones como Japón han empezado a entrenar a sus ejércitos para luchar contra la piratería.