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Brujería

El aquelarre.

“Ha declarado que iba al aquelarre una vez por semana, de noche, entre el jueves y el viernes, entre las diez y las once. Que su amante la llevaba por los aires en forma de un perrito negro sin cola, dentro de su oreja.”

Declaración de P. Goguillon, quemada por bruja el 24 de mayo de 1679 en Bouvignies.

Goguillon murió en la hoguera porque fue acusada de bruja al afirmar que iba al aquelarre. Pero, ¿qué es el aquelarre?

Proviene del euskera (akelarre), formado por aker (macho cabrío) y larre (campo). Es una junta o reunión nocturna de brujos y brujas, con la supuesta intervención del demonio ordinariamente en figura de macho cabrío, para la práctica de las artes de esta superstición.

El ritual imaginario del aquelarre constituía la obra maestra de la creencia en la brujería y era muy complejo. Los brujos eran los representantes y nuevos sectarios de una antirreligión, la del Diablo. Este último podía revestirse de diferentes formas: de grifo, de dragón con cabeza humana, de macho cabrío (de ahí aker), de sapo o de cualquier otro animal monstruoso. Como su religión no tenía más finalidad que la de apartar a los fieles del catolicismo, el aquelarre imitaba los ritos de éste. Los nuevos fieles eran rebautizados, ofrecían niños, fruto de sus amores con los demonios, que a continuación eran sacrificados y comidos durante un libertino banquete.

Mediante las estampas de Hans Baldung, de las que dejamos una, se intuye cuál era el preparativo del aquelarre. En la obra Las brujas, amantes de Satán, se relata.

Para empezar, se preparaba el ungüento o grasa de las brujas en cuya composición entraba sangre de abubilla y de murciélago, polvo de campana y hollín. Una de las brujas machacaba las drogas en una  pequeña caldera que hervía con un fuego hecho de verbena mientras las demás  volaban por las nubes acercándose a la fiesta montadas sobre un macho cabrío. Con el ungüento habían untado la horca pronunciando al mismo tiempo una consagración. Una de ellas alza hacia el cielo un plato lleno de huesos mientras que el otro pasa las cuentas de un rosario aunque en vez de granos hay cascabeles, dos dados de juego y el minúsculo cráneo de un feto. Después se llega al aquelarre donde brujos y brujas se emparejan formando las innumerables combinaciones: el hermano con la hermana, el padre con la hija, etc.

La Iglesia lo consideraba pecado y por tanto, causa de acusación porque “en todo esto interviene el pacto con el demonio” (Francisco de Toledo en su obra Instrucción de sacerdotes y suma de casos de conciencia) y el principal afectado era la mujer (“la mayor parte de esta peste es la mujer”, Francisco de Toledo).