Durante los años del desarrollismo franquista, uno de los conceptos que más se repetía en la propaganda institucional fue la “renta per cápita”. Cada año aumentaba unos cientos de dólares y los ministros y publicistas se mostraban orgullosos de ello, ya que era un indicativo del imparable progreso del país.
La renta per cápita se obtiene dividiendo el PIB de un país entre los habitantes del mismo. Esto puede dar lugar a creer erróneamente que la renta per cápita es una especie de salario anual medio, pero no se trata de eso. Se utiliza básicamente para tener una mejor información sobre la riqueza oficial de un país.
Pongamos un ejemplo:
China tiene un PIB de unos 4’4 billones de dólares, muy superior al de España, que “sólo” cuenta con 1’4 billones. Sin embargo, la renta per cápita de China es 3.200 dólares, mientras que la de España es 10 veces superior: 32.000
Estos indicadores económicos tienen un problema: no nos advierten de los desequilibrios económicos que pueden existir entre el campo o la ciudad, o entre distintas regiones. Era el caso de la España de los años 60:
Por favor señor: ¿usted tendría por casualidad algo de la renta per cápita que me corresponde?
¿Y tú a cuánto tocas de “renta per cápita”?
Estos dos dibujos de Cesc y Máximo aparecieron en el Boletín Informativo de la Asociación de Cabezas de Familia Malvarrosa (Valencia) en 1972