Este artículo está dedicado a los manipuladores morales y psicológicos, inteligentes o no que actúan en solitario o en grupo y a esas personas que comentan “me dijo que era asperger y yo esperaba un panegírico acerca del síndrome pero menos mal que no habló de ello”. En este momento no tengo ganas de poner ningún enlace a los textos que me sirven como referencia para redactarlo, esperando que algún lector me diga que “muestre con pruebas lo que digo”. Sinceramente, no me dará la gana de colocarlos. Sólo lo haré para personas realmente interesadas en el tema, para las víctimas de acoso y para las personas que sean conocedoras de padecer algunos de estos “síndromes, trastosnos o males”, asegurándome, previamente, de que son sinceras. Gracias a los psiquiatras, psicólogos, abogados y agentes de la ley que me ayudan cortésmente. N.del A.
Se desvela una forma de comportamiento que se ha utilizado desde que el ser humano vivía en su estado primitivo y necesitaba tener manipuladas a las personas de su entorno para que su poder, riqueza o posición social no decayera: se trata del acoso moral o psicológico.
Normalmente, en toda interacción suele haber una confrontación de fuerzas y una leve manipulación: las personas comparan, miden, exponen y descubren en sí mismas y en los otros sus posibilidades y recursos, sea de manera física – a través del deporte, de la comparación en la belleza, del comportamiento, de la imagen – sea de manera intelectual – nivel de estudios, cantidad y calidad de conocimientos, forma de aplicarlos ante la resolución de un problema, tipos de uso de dicho bagaje en su vida cotidiana – para conocerse y, según el resultado, existirá una mayor o menor implicación para amistarse o enemistarse. Dicha interacción se aplica a distintos niveles y tiende a ir superando fases hasta que se llega al máximo que es la profundización mutua en todos los aspectos de la vida de los sujetos. O no llega a trascender con lo cual se produce la ruptura total sin posible retorno.
En este intercambio intervienen muchos factores pero los más importantes son la buena salud física y mental de los sujetos y sus conocimientos. Lo cual no quiere decir que dichos sujetos puedan o no “padecer”, palabra aplicada según los baremos sociales actuales en el mundo occidental de nuestro planeta, un síndrome, discapacidad o sobrecapacidad. Apelativos usados por las personas que han preparado dichos baremos para señalar a los sujetos que tienen alguna característica extraña, de la cual no conocen o su procedencia o sus efectos en su fin último (cuando éste no es la muerte o una discapacitación total del individuo para sobrevivir) y tampoco saben cómo trabajar para que sea favorable a los sujetos y/o a la sociedad en las condiciones impuestas para que un sujeto sea un ser activo y productivo. En cuanto ese síndrome, discapacidad o sobrecapacidad es conocido, deja de ser tomado como tal y pasa a formar parte de la vida cotidiana de las personas tratándose desde el nacimiento, si es necesario y previniéndose para que no vuelva a surgir o aceptándose porque es natural y no es nocivo. Ejemplo de ello, a lo largo de la historia, ha sido el ser zurdo, negro, mujer, nacer albino, tener dislexia, estrabismo convergente o divergente, etc…
Se dirá que parece demagogia pero no es así: ahora se le llama síndrome pero antes se le llamaba “enfermedad diabólica”, “castigo divino” o “ser objeto de una maldición”. Antiguamente se hablaba en términos de religión y, dentro de la misma, de temor divino en forma de castigo enviado desde las alturas o desde el abismo. Hoy se habla en términos científicos y, quién sabe si, en el futuro, la causa de los males y los bienes será el haber pagado mayor o menos cantidad de dinero por tener un mejor cuerpo o tenerlo peor tal y como están las cosas. Resulta, de igual manera, paradójico que “síndromes” o “enfermedades” como la sociopatía, o la psicopatía, sobre todo si es padecida por un político, un presidente de empresa o una persona con enormes posibilidades económicas, políticas y sociales no sea tratado como enfermedad letal para el resto de los seres humanos y discapacitante dado que se ha comprobado que es altamente letal en muchas ocasiones- en el comportamiento de estos individuos en relación con sus semejantes – y un síndrome como el de Down sí que lo sea cuando, actualmente y con los progresos tanto en la medicina como en la ciencia o en la educación, dichos sujetos vayan siendo preparados para su adaptación e integración social con muy buenos resultados. El político que envía a la población civil a una guerra o hunde a un país para conseguir sus propósitos o los de otros a cuyas órdenes trabaja sólo es tratado como enfermo cuando ha cometido sus crímenes; el empresario que ha sometido a la hambruna a la población de todo un país para que emigre a otro buscando comida, trabajo y seguridad pudiendo, entonces, dicho empresario, explotar los recursos de dicho país con mano de obra extranjera y a bajo coste; las personas que actúan así son sociópatas y psicópatas que atentan contra vidas humanas reales y contra sociedades enteras para conseguir fines que son socialmente aceptados e incluso se les felicita por ello. Solamente cuando cambia la sociedad o se han extinguido los recursos que se explotaban, son detenidos o se les denuncia cuando ya no ha lugar y nadie indemniza a las víctimas.
Continuando con el tema de la interacción, si el sujeto no está sano física o psicológicamente, puede tender a manipular la interacción en su favor o en su contra. También puede ocurrir que no entienda el contenido de dicha interacción, que le dé una interpretación distinta de la que pretende dar a conocer su interlocutor o que la respuesta ofrecida sea anómala. Se comienza a hablar de otros factores como los condicionamientos sociales, su bagage educativo familiar, la estimulación, las condiciones en las que se efectúa la interacción.
Para que las interacciones se realicen de una forma correcta según los baremos de los que se ha hablado anteriormente, los mismos sujetos que los han construido, colocaron unas características determinadas para conseguir un fin determinado según condiciones impuestas por las personas de las cuales querían conseguir ese fin o las que proporcionaban ese fin. Por ejemplo: para ir a ver una película, el local ha de estar cerrado y el público en silencio, si no se pierde la concentración. Condiciones impuestas por el director de la película para poder disfrutar la misma, de acuerdo con los dueños del cine para que el visualizar la película en estas condiciones dé como resultado una satisfacción a quien la esté viendo que no encuentre en su casa. Así ha sido enseñado durante casi dos siglos, al igual que el ver un recital o un concierto en un lugar silencioso, a oscuras, sentados en butacones.
Con el paso de los años y la aparición de nuevas tecnologías, todo esto ha ido cambiando. Por poner un ejemplo, existen personas que prefieren ver la misma película con más luz para evitar el dolor de cabeza que produce tener la vista fija en una pantalla tan grande y en la misma postura, por tener mayor comodidad a la hora de sentarse y de vestirse dentro de su casa, e incluso de compartir o comentar la película mientras se visualiza. Ambas situaciones son igualmente válidas, buenas, y dos opciones para realizar una acción en condiciones distintas. La sociedad ha tenido que ir cambiando sus baremos y parámetros en función de las necesidades de los sujetos y de sus fines.
Pero podía o puede ocurrir que un proveedor o un receptor no desee cambiar las condiciones para conseguir u ofrecer un fin por tener otro distinto para aprovecharse de él y que la interacción salga, siempre, a su favor. Interviene, como decía, la manipulación del otro aprovechando su ignorancia, sus deseos, sus flaquezas para la consecución de un fin perseguido por su interlocutor. Si es hábil y sabe engañar con artimañas a su interlocutor – lo cual no significa que, necesaria y realmente sea inteligente, sino que sabe actuar, mentir, ocultar, usar la hipocresía y el cinismo y abusar de la buena fe del otro, cosa que hacen los niños pequeños de cualquier condición muy bien, jugando con los adultos – podrá pasar por delante de él y engañarlo. Para que esto ocurra el otro se ha de dejar engañar o su buena fe ha de cegarlo tanto que no podrá reconocer el engaño. Puede ocurrir que este interlocutor no sepa reconocer las señales del engaño o que no le interese hacer caso de dichas señales porque está cansado de vivir en una sociedad donde todo el mundo se comporta de igual manera. O puede ocurrir que no necesite usar dichas argucias y engaños porque tiene la capacidad de resolver sus problemas sin manipular con lo cual le resulte agobiante y nocivo el uso de estos elementos para poder conseguir sus fines.
Si la fortaleza del interlocutor es tal que dichas argucias o fines no surten efecto, puede llegar el momento de atacar a la propia personalidad del interlocutor. Ello se hace provocando en el otro serias dudas acerca de su cordura o de la estabilidad de su conciencia. Aquí la manipulación pasa a ser acoso pero suele ser tan sibilina que el interlocutor no se dará cuenta hasta que haya pasado mucho tiempo. Como la sociedad enseña a no hacer caso de los signos internos – nervios, sudor frío, dolor de cabeza, malestar interior, desgana, tristeza, cansancio – la víctima no se dará cuenta de que está siendo acosado y manipulado. El manipulador propondrá enfermedades mentales para reducir a su víctima a la última consecuencia: conociendo su forma de actuar le provocará cambios de humor hablándole de asuntos negativos que le entristezcan, tocando su fibra sensible y proponiendo como explicación el que la víctima, debido a sus expectativas, es la única persona que se daña a sí misma porque el manipulador no está haciendo realmente nada… más que socavar la moral de la víctima, dudando de todo y haciéndola dudar tras haberse ganado su confianza y abusando de su buena fe.
La persona con síndrome de asperger no reconoce las señales del engaño pero sí conoce que se le hace daño. Si no conoce el síndrome en sí misma – los asperger sin diagnosticar tienen dificultades tanto en reconocer las señales en los demás como en sí mismos por ser ciegos sociales y no poder reconocer las señales so pena que se le enseñen o se le indiquen -parecerá que carece de empatía, lo cual es una falacia en el caso de las personas con asperger porque sí son empáticos pero no saben cómo han de responder al problema al no poder captarlo con exactitud y no saber cómo ofrecer una solución. El asperger necesita hablar de sí mismo porque está en un aprendizaje constante y doble y necesita reproducir en sí mismo lo que aprende desde el exterior para poder comprenderlo, interiorizarlo, aprender una respuesta o solución y exteriorizarlo y sólo puede hacerlo hablando de ello desde su punto de vista y escuchando a los demás. Por tal razón las personas con síndrome de asperger no ven mal el que se les hable sinceramente y se les diga no cuando conviene – no de manera borde y dañina, claro o sí con intenciones maliciosas – para aprender cómo han de portarse y entender el mundo que les rodea. Suelen tener un coeficiente intelectual elevado con lo cual aprenden rápidamente hasta a reconocer las intenciones dañinas y a solucionarlas, logrando interiorizarlas y no decir nada cuando las descubre.
A personas normales y de buena fe y honradez, trabajadoras y con carisma que caen en las garras de un acosador moral, envidioso y que sólo busca su perjuicio para inhabilitarlo y quitarlo de enmedio porque le hace sombra, no es guapo, es más inteligente o causa mayor admiración entre sus semejantes,el acosador que actúe sobre él o los secuaces del acosador lo pueden tachar de tener esquizofrenia – muchos asperger son considerados esquizofrénicos – ser bipolar o ser asperger, porque no sabe reconocer sus manipulaciones o las realiza de tal modo que permanecen veladas y las cambia de forma que la otra persona, sujeta a las expectativas de llevarse bien con el acosador y conseguir su favor para no ganarse un enemigo, se volverá loca porque encontrará que, tan pronto están contentos con ella como, de repente, es rechazado, además con malos tratos, frío y mala educación, quitándole la buena fama que tenía.
Esta manipulación se puede realizar ante los demás, físicamente pero se corre un riesgo porque si se lanza un mal criterio, alguien lo puede devolver a su origen. Pero el acoso cibernético o por teléfono, usando una máscara infantil y maligna, con insinuaciones y envenenando a la víctima con falsas acusaciones sobre personas afines o cercanas a la víctima, insinuando que esas personas pueden haber cometido hechos que desagradan a la víctima para que no se acerque a sus amistades o las repudie o poniendo una visión negativa en las palabras de los amigos de la víctima o con violencia, haciendo creer a la víctima que está loca, que ya no se confía en ella, que si no está con ella o con el grupo está contra ella y que será tratada como lo más nocivo del grupo, de forma visceral, es lo más normal y el recurso más fácil al no poder conservar una grabación de la conversación con lo cual la víctima sale cada vez más afectada y el acosador o acosadores, salen indemnes.
En el caso del ciberacoso, no es necesario, siempre, enviar emails o hablar por chat. El acoso simbólico está a la orden del día. Se usan vídeos p fotos que llevan implícitos, en las letras de sus canciones o en sus imágenes o contenido auditivo símbolos importantes, positivos o negativos, para la víctima, como un código para comunicarse con ella. De esta forma el acosador no necesita usar sus propias palabras y, limpiamente, puede acosar a su víctima hasta llevarla a extremos como el suicidio. De la misma manera, puede haber no un único acosador sino varios acosadores: tantos como puedan sentarse en la silla que se encuentra ante el ordenador usado para el acoso.
En estos dos enlaces, se habla del síndrome de asperger, de cómo se sienten los afectados, de cómo ven la realidad y cómo se les puede tratar. Son personas francas y sin más maldad que la que pueda haberles enseñado un manipulador mal intencionado que se dio cuenta de cómo las personas con asperger imitan a sus semejantes para poder interactuar con ellos y se puso como modelos para poder trabajar junto a ellos. El acoso con medios simbólicos ayuda al acosador a dar a entender a la víctima que está loca porque basa la relación en símbolos y no en palabras habladas: le dice que le odia y le envía canciones de amor; le dice que no la puede ver y le envía vídeos donde le pide acercamiento. Le pone un “me gusta” en Facebook o le pide, por favor, tal o cual cosa cuando ha intentado eliminar una página suya “por error”. De tal manera va minando su fuerza interior hasta que la víctima, confusa completamente, empieza a ponerse a la defensiva. Entonces la empieza a tratar de esquizofrénica – “cómo es posible que veas cosas o digas eso si te he dicho que no me escribas ni me llames” – o de trastorno bipolar – “hoy pareces contenta y mañana estás triste” – mientras provoca situaciones de desconcierto en la víctima. Incluso la acusa de padecer síndrome de Asperger. Y lo que ocurre es que la víctima, cansada ya de estar a la defensiva, viendo cómo su trabajo y su tranquilidad mental y física se van minando, se muestra agresiva, desconcertante, acusa a todo su entorno de estar en contra de ella – muchas veces el acosador ha logrado, realmente, poner a las personas de su entorno en su contra – hasta que llega a despedirse o, incluso, a suicidarse.
Dos enlaces de información sobre el síndrome de asperger:
http://clandestinodeactores.com/laplacenta/?p=6712
http://autismodiario.org/2012/03/17/soy-una-persona-que-vive-con-el-llamado-sindrome-de-asperger/