La Compañía de Jesús (SJ) es una orden religiosa de carácter apostólico y sacerdotal -aunque la conforman también Hermanos, es decir, religiosos no sacerdotes-. Está ligada al Papa por un “vínculo especial de amor y servicio”; su finalidad, según la Fórmula del Instituto, documento fundacional de la Orden (1540) es “la salvación y perfección de los prójimos”. En términos de Derecho Canónico, la SJ es una asociación de hombres aprobada por la autoridad de la Iglesia, en la que sus miembros, según su propio derecho, emiten votos religiosos públicos y tienden en sus vidas hacia la “perfección evangélica”.
La formación en la SJ empieza con un noviciado que dura dos años. Continúa con un proceso de formación intelectual que incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología. Además, los jesuitas en formación realizan dos o tres años de docencia o «prácticas apostólicas» (período de magisterio) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y profanas, antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.
S. Ignacio de Loyola, el fundador, quiso que sus miembros estuviesen siempre preparados para ser enviados, con la mayor celeridad, allí donde fueran requeridos por la misión de la Iglesia. Por eso los jesuitas profesan los tres votos normativos de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) y, además, un cuarto voto de obediencia al Papa, «circa misiones». La Fórmula del Instituto (confirmada por Julio III en 1550) dice: «Militar para Dios bajo la bandera de la cruz y servir sólo al Señor y a la Iglesia, su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra».
Una de las primeras versiones del sello de la Compañía de Jesús (Iglesia del Gesù, Roma).
El trigrama “IHS”, comprendido por las tres primeras letras griegas de “IHΣOYΣ” (Jesús), posteriormente interpretado como “Iesus Hominum Salvator”, Jesús, Salvador de la Humanidad, “Habemus Iesum Socium”, Tenemos a Jesús como compañero o como “Societas Iesu humilis”, Compañía del humilde Jesús’.
Desde su fundación en 1540, la orden dio muestras de una gran energía: atraída por el reto de evangelizar las Indias, tanto Occidentales como Orientales, siempre concedió mucha importancia al establecimiento de misiones. Francisco Javier (1509~1552) es considerado como el fundador de las misiones de Asia. Esta airmación es más exacta en lo relativo a India y Japón, pues en el caso de China, a las puertas de la cual murió.
En 1542, Francisco Javier llegó a Goa, la más importante factoría y base colonial portuguesa en las Indias Orientales. Desde aquí recorrió la costa de la península indostánica hasta Santo Thomé, partiendo en 1545 hacia el archipiélago malaya. Nuevamente en la India, alentado por las numerosas conversiones que allí había logrado, y tras conocer a varios japoneses en Malaca en 1547, decidió emprender las cristianización de Japón. En 1549 llega al puerto de Kagoshima, en el extremo sur del país, alcanzando posteriormente la corte de Miyako. Pronto advirtió que se encontraba ante una civilización muy antigua y refinada, y que para intentar ganarla al catolicismo sería necesario adaptarse a sus costumbres. Mientras que en la India el jesuita se dejó llevar por el atractivo de las conversiones en masa, en las islas niponas dio prioridad al “convencer” sobre el “convertir”.