“II modo soave” de Alessandro Valignano: Matteo Ricci y la política de acomodación
Matteo Ricci(1552-1610) nacía el mismo año en que moría Francisco Javier, hecho que no deja de tener su simbolismo, puesto que sería el jesuita que continuaría la labor evangelizadora diseñada por el santo en China y Japón. Adquirió en su patria italiana y en Coimbra una formación humanista: derecho, matemáticas, literatura, filosofía, poesía, mecánica, geografía,astronomía… Fue discípulo de Bellarmino, Clavius y Molina. Un hombre culto por excelencia, que se distinguió por su inmenso apetito de conocimientos. Lacouture destaca el humanismo de Ricci, pues habría de condicionar su modo de abordar la cristianización de China: su actitud respetuosa para con la cultura del Oro, queriendo sustituir la conquista por una suerte de síntesis espiritual.
Arribado a Goa en 1578, fue llamado a Macao por Alessandro Valignano dos años después, donde junto al que sería su compañero de fatigas en el Imperio chino, el jesuita italiano Miguel Ruggieri, se preparó intensamente para el anhelado evento de introducirse en el continente. Estudió el idioma, así como los principios de las corrientes religiosas más importantes del país: confucianismo, taoísmo y budismo. En 1583 obtenía permiso para establecerse en Chao-ch’ing, al oeste de Cantón(provincia de Kwangtung). Allí ambos jesuitas, pero en especial Ricci, lograron el respeto y amistad de ciertos miembros de las clases letradas chinas, y captaron su curiosidad mediante la exposición de relojes, mapas, prismas, pinturas, libros… En estos primeros momentos de la misión, Ricci y Ruggieri se asimilaron a los monjes budistas en su apariencia externa: se afeitaron la cabeza y el rostro, y vistieron una larga ropa marrón cruzada en el pecho.
En 1589, Ricci promovió el traslado a Shao-Chow, al norte de Kwangtung. En esta nueva residencia, el jesuita de Macerata conoció a Kiu Taisu, el hijo de un afamado mandarín, con el que establecería una estrecha relación. Kiu Taisu se acercó a Ricci no para oír la palabra de Dios, sino atraídod por el rumor de que el extranjero de ojos azules y elevada estatura era capaz de transpormar el cinabrio en plata. Ricci le instruyó en matemáticas, alquimia y astronomía, y, finalmente, en la fe católica, convirtiéndose al cristianismo diez años después.
Kiu Taisu, por su parte, les descubrió que adoptar una imagen budista no hacía sino mermar los potenciales progresos de su tarea evangelizadora. Los monjes gozaban de un estatus social muy bajo, lo que había originado el desprecio e las clases altas chinas en general, imbuidas del confucianismo. Ricci comprendió que los letrados eran mucho mejor considerados, y Valignano le autorizó en 1595 a cambiar su indumentaria. En adelante, los misioneros jesuitas se dejarían crecer el pelo y la barba, llevarían las uñas largas, y vestirían de seda. Ricci justificaba este quebrantamiento del voto de pobreza aludiendo a los escasos frutos que conseguía el catolicismo en aquel país, al carecer sus predicadores del suficientes crédito y reputación.