un personaje destacado: Matteo Ricci (II)

 

Hacia 1593, Ricci escribió El verdadero significado del Señor del Cielo, donde pretendió demostrar que se podía establecer una relación entre el catolicismo y ciertos principios de los clásicos confucianos. Refiere Lacouture que Ricci intenó conciliar ambos sistemas de creencias, buscando en el confucianismo las huellas de una espiritualidad en consonancia con el Evangelio. Hechizado por la idea de reenocontrarse en Confucio con las fuentes del cristianismo, quiso asimilar en vano al Señor del Cielo de los chinos con el Dios de la Biblia.

 En la praxis cotidiana de la espiritualidad china, Ricci se encontró con el grave obstáculo que suponían los ritos y ceremonias en honor de los muertos, los antepasados y Confucio, de una importancia vital para el pueblos chinos, pero en apariencia opuestos a la escencia no idolátrica del cristianismo. Tras muchos estudios, Ricci concluyó que se trataban de meros actos civiles y que no eran en verdad idolátricos, sino muestras de respeto y de piedad filial: “Puesto que [los chinos] no reconocen ninguna divinidad en sus muertos, ni les solicitan ni piden nada, todo ello permanece fuera de la idolatría, y probablemente también fuera de la superstición”. Así pues, su práctica podía permitirse, no era peligrosa para la integridad de la fe católica:“ritus sinenses possunt tolerari quia solide probabile est illos esse licitos”, una temprana aplicación del probabilismo jesuita.

 Matteo Ricci, sin proponérselo conscientemente, supo seducir a la orgulosa y autosuficiente clase letrada china. Sus estudios y escritos se lo permitieron: “Ricci did not set about his task as a self confident person ready to set the world on fire. He came as a sympathetic inquirer with a deep interest in and respect for the chinese and their culture”. Además, logró sorprenderles con sus conocimientos científicos y su extraordinaria capacidad memorística. Cautivada la atención y admiración habría de resultar más fácil. Por otro lado, Ricci esperaba eludir la prevención de los chinos hacia lo foráneo presentándoles el cristianismo no como una doctrina “bárbara”, sino como un conjunto de creencias muy cercanas al confucianismo, por aquello de su origen monoteísta.

 La obsesión de Matteo Ricci por los estratos más acomodados e instruidos de la sociedad china obedecía a su convencimiento de que la cristianización de las clases altas traería consigo la del resto de estamentos. Una táctica que Sebes ha denominado “working from the top down”. De aquí provendrían las frecuentes acusaciones que se formularon contra la Compañía acerca de su elitismo.

 Más que poner los fundamentos de un cristianismo chino, Ricci dio origen a la sinología. Cuando el jesuita italiano murió, dejó tras de sí a un número de convertidos no demasiado abultado, aunque su principal aportación la constituyó haber conseguido abrir las puertas del continente a sus sucesores. A partir de 1610, la postura acomodaticia de Ricci fue adoptada como política misionera oficial de la Compañía en Asia, acallando algunos brotes de disconformidad que habían germinado entre los misioneros jesuitas ya antes de la muerte de Ricci. Niccolo Longobardo, sucesor de Matteo Ricci como superior de la misión china, escribió diversos tratados en franca oposición a los dictados del de Macerata, lo que provocó que su propia orden le apartarse de la escena asiática y que triunfase como oficial la postura de Ricci,.


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